Santiago 3 - Biblia Serafín de Ausejo 19751 No os encumbréis muchos de vosotros a maestros, hermanos míos, sabiendo que tendremos un juicio más severo, 2 pues todos fallamos muchas veces. Si alguno no falla en el hablar, ése es varón perfecto, capaz de refrenar todo el cuerpo. 3 Cuando ponemos a los caballos freno en la boca para que nos obedezcan, guiamos a la vez todo su cuerpo. 4 Mirad también las naves. Con ser tan grandes y estar impulsadas por fuertes vientos, son gobernadas por un pequeño timón, a voluntad del piloto. 5 Así también la lengua: es un miembro pequeño, pero puede alardear de grandes cosas. Ved cómo un fuego tan pequeño incendia un bosque tan grande. 6 También la lengua es fuego, el universo de la iniquidad; la lengua es uno solo de nuestros miembros, pero contamina todo el cuerpo, inflama el engranaje de la existencia y es, a su vez, inflamada por la gehenna. 7 El hombre es capaz de domar, y de hecho ha domado todo género de fieras, de aves, de reptiles, de animales marinos. 8 Pero no hay hombre capaz de domar la lengua, mal incansable, repleta de veneno mortal. 9 Con ella bendecimos al que es Señor y Padre, y con ella maldecimos a los hombres, hechos a imagen de Dios. 10 De la misma boca salen bendición y maldición. Esto, hermanos míos, no debe ser así. 11 ¿Acaso la fuente echa por el mismo caño agua dulce y salobre? 12 ¿Puede, hermanos míos, la higuera dar aceitunas o la vid higos? Tampoco el manantial salado puede dar agua dulce. 13 ¿Quién es sabio y experimentado entre vosotros? Pues que muestre con su buen comportamiento que sus obras están hechas con sabia mansedumbre. 14 Pero si tenéis amarga envidia y rivalidad en vuestro corazón, dejad de engreíros y no mintáis contra la verdad. 15 No es ésa la sabiduría bajada de arriba, sino terrena, puramente humana, demoníaca. 16 Pues donde hay envidia y rivalidad, allí hay agitación y toda obra mala. 17 Mas la sabiduría de arriba es, ante todo, pura; luego, pacífica, moderada, indulgente, llena de misericordia y de buenos frutos, imparcial, sincera. 18 En fin, los que trabajan por la paz siembran en paz el fruto de la justicia. |
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