Salmos 5 - Biblia Serafín de Ausejo 19751 Del director; con flautas. Salmo. De David. 2 Presta oído, Señor, a mis palabras, considera mi lamento; 3 escucha el rumor de mis gemidos, tú, mi rey y mi Dios, que a ti va mi plegaria. 4 Oye mi voz, Señor, por la mañana: a la aurora te envío mi oración y me quedo a la espera. 5 No eres tú, cierto, un Dios que se complace en rebeldías: ni disfruta el malvado de tu hospitalidad, 6 ni resiste el soberbio tu presencia. Tú odias a los autores de maldad, 7 destruyes los pregoneros del embuste. Del hombre sanguinario y fraudulento el Señor abomina. 8 Cuanto a mí, por tus mercedes infinitas podré entrar en tu casa y, de tu temor transido, ante tu lugar santo postrarme. 9 Condúceme, Señor, en tu justicia y, en vista de quienes me acechan, allana tus caminos a mi paso. 10 No hay, por cierto, en su boca algo seguro, su interior es corrupción, sepulcro abierto su garganta, y su lengua, lisonjera. 11 Como culpables trátalos, oh Dios, y que sucumban con sus planes. Deséchalos, por sus incontables rebeldías, pues se rebelan contra ti. 12 Con ello han de alegrarse cuantos buscan tu refugio; exultarán perpetuamente de que tú los protejas, y en ti se gozarán cuantos aman tu nombre. |
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