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Efesios 5 - Comentario Bíblico de Matthew Henry vs Mundo Hispano

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Efesios 5

Efesios 5 - Introducción

Exhortación al amor fraterno. (1,2) Advertencias contra varios pecados. (3-14) Indicaciones para una conducta contraria, y para los deberes relativos. (15-21) Los deberes de las esposas y de los esposos son reforzados por la relación espiritual entre Cristo y la Iglesia. (22-33)

Efesios 5:1-2

1,2  Porque Dios, por Cristo, os ha perdonado, sed, pues, seguidores de Dios, imitadores de Dios. Asemejadlo especialmente en su amor y bondad perdonadora, como corresponde a los amados por su Padre celestial. En el sacrificio de Cristo triunfa su amor, y debemos considerarlo plenamente.

Efesios 5:3-14

3-14 Las lujurias sucias deben ser desarraigadas. Estos pecados deben ser temidos y detestados. Aquí no sólo hay advertencias contra los actos groseros de pecado, sino contra lo que algunos pueden hacer a la ligera. Pero estas cosas están tan lejos de ser provechosas, que contaminan y envenenan a los oyentes. Nuestra alegría debe manifestarse como corresponde a los cristianos, en lo que puede tender a la gloria de Dios. Un hombre codicioso hace de su dinero un dios; pone en el bien mundano la esperanza, la confianza y el deleite que deberían estar en Dios solamente. Los que se dejan llevar por los deseos de la carne o por el amor del mundo, no pertenecen al reino de la gracia, ni llegarán al reino de la gloria. Cuando los transgresores más viles se arrepienten y creen en el Evangelio, se convierten en hijos de la obediencia, de los que se aparta la ira de Dios. ¿Nos atrevemos a dar importancia a lo que provoca la ira de Dios? Los pecadores, como los hombres en la oscuridad, van sin saber a dónde, y hacen sin saber qué. Pero la gracia de Dios ha producido un poderoso cambio en las almas de muchos. Caminen como hijos de la luz, como si tuvieran conocimiento y santidad. Estas obras de las tinieblas son infructuosas, cualquiera que sea el provecho que se les pueda atribuir, pues terminan con la destrucción del pecador impenitente. Hay muchas maneras de instigar o participar en los pecados de los demás: recomendando, aconsejando, consintiendo u ocultando. Y si participamos con otros en sus pecados, debemos esperar compartir sus plagas. Si no reprendemos los pecados de otros, tenemos comunión con ellos. Un hombre bueno se avergonzará de hablar de lo que muchos malvados no se avergüenzan de hacer. Debemos tener no sólo la visión y el conocimiento de que el pecado es pecado, y en cierta medida vergonzoso, sino verlo como una violación de la santa ley de Dios. Siguiendo el ejemplo de los profetas y apóstoles, debemos exhortar a los que están dormidos y muertos en el pecado, a que despierten y se levanten, para que Cristo les dé luz.

Efesios 5:15-21

15-21 Otro remedio contra el pecado es el cuidado, o la precaución, ya que es imposible mantener la pureza de corazón y de vida. El tiempo es un talento que nos ha dado Dios, y se malgasta y se pierde cuando no se emplea según su designio. Si hemos perdido nuestro tiempo hasta ahora, debemos duplicar nuestra diligencia para el futuro. De ese tiempo que miles de personas en un lecho de muerte redimirían con gusto al precio del mundo entero, ¡qué poco piensan los hombres, y a qué nimiedades lo sacrifican diariamente! La gente es muy propensa a quejarse de los malos tiempos; sería bueno que eso los incitara más a redimir el tiempo. No seáis imprudentes. La ignorancia de nuestro deber, y el descuido de nuestras almas, muestran la mayor insensatez. La embriaguez es un pecado que nunca va solo, sino que lleva a los hombres a otros males; es un pecado muy provocador para Dios. El borracho ofrece a su familia y al mundo el triste espectáculo de un pecador endurecido más allá de lo común, y que se apresura a la perdición. Cuando estemos afligidos o cansados, no busquemos levantar el ánimo con la bebida fuerte, que es odiosa e hiriente, y sólo termina por hacer sentir más las penas. Pero, mediante la oración ferviente, procuremos estar llenos del Espíritu, y evitemos todo lo que pueda contrariar a nuestro bondadoso Consolador. Todo el pueblo de Dios tiene motivos para cantar de alegría. Aunque no estemos siempre cantando, deberíamos estar siempre dando gracias; nunca debería faltarnos disposición para este deber, como nunca nos falta materia para ello, a lo largo de toda nuestra vida. Siempre, incluso en las pruebas y aflicciones, y por todas las cosas; estando satisfechos de su intención amorosa, y de su buena tendencia. Dios guarda a los creyentes de pecar contra él, y los compromete a someterse unos a otros en todo lo que ha ordenado, para promover su gloria, y cumplir sus deberes mutuos.

Efesios 5:22-33

22-33 El deber de las esposas es, la sumisión a sus maridos en el Señor, que incluye honrarlos y obedecerlos, desde un principio de amor hacia ellos. El deber de los esposos es amar a sus esposas. El amor de Cristo a la iglesia es un ejemplo, que es sincero, puro y constante, a pesar de sus fracasos. Cristo se entregó a sí mismo por la iglesia para santificarla en este mundo y glorificarla en el venidero, para otorgar a todos sus miembros un principio de santidad y librarlos de la culpa, la contaminación y el dominio del pecado, mediante esas influencias del Espíritu Santo, de las cuales el agua bautismal era el signo externo. La iglesia y los creyentes no serán sin mancha ni arruga hasta que lleguen a la gloria. Pero sólo aquellos que son santificados ahora, serán glorificados en el futuro. Las palabras de Adán, mencionadas por el apóstol, se refieren literalmente al matrimonio; pero tienen también un sentido oculto, relacionado con la unión entre Cristo y su iglesia. Se trata de una especie de tipo, como de semejanza. Habrá fallos y defectos por ambas partes, en el estado actual de la naturaleza humana, pero esto no altera la relación. Todos los deberes del matrimonio están incluidos en la unidad y el amor. Y mientras adoramos y nos regocijamos en el amor condescendiente de Cristo, que los esposos y las esposas aprendan de ahí sus deberes mutuos. Así se prevendrían los peores males y se evitarían muchos efectos dolorosos.


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Efesios 5

Pablo continúa esta sección de consejos prácticos para los hermanos de las cercanías de Efeso con una serie de recomendaciones (5:1-5). Las palabras conectivas por tanto (v. 1) toman en cuenta lo que ha dicho en los vv. 17-32, y señalan hacia lo que ahora quiere recomendar. La primera recomendación es afirmativa y consta de dos imperativos. El primer imperativo es sed imitadores de Dios como hijos amados (v. 1). Esto llama la atención al hecho ya asentado en 1:5, 6: Dios es nuestro Padre y nosotros somos sus hijos amados. Somos el objeto del amor de Dios. Puesto que existe esta relación paternal y amorosa, ésta debe determinar el modelo de vida que debemos imitar. La palabra “imitar” (mimetés G3402) viene de una expresión del teatro para los mimos, pero significa más que imitar los movimientos físicos. Aquí incluye expresar en carne propia el carácter y el espíritu del modelo imitado. Como en la vida actual, el niñito normalmente desea ser como su padre, y el padre bueno desea que su hijo crezca en ser como él, así deben ser los hijos de Dios.

El segundo imperativo es andad en amor, como Cristo también nos amó y se entregó por nosotros (v. 2). Como hijos amados imitando a Dios la naturaleza de nuestra conducta debe ser el amor, aquel amor agápe que no conoce ningún límite ni precio. Dado que somos el objeto del amor de Cristo y la razón de su muerte debemos aprender cómo andar en amor como acción habitual. Pablo cita el ejemplo del amor de Cristo que lo llevó a entregarse a sí mismo por nosotros como ofrenda y sacrificio en olor fragrante a Dios. El amor encarnado y ejemplificado en Cristo agradó a Dios en gran manera. La muerte vicaria y expiatoria de Cristo fue como una ofrenda voluntaria por nosotros y un sacrificio agradable a Dios. Las palabras olor fragrante se encuentran también en Phi 4:18 y Lev 4:31 y se refieren a los sacrifios como algo agradable a Dios. Así que nuestro comportamiento debe de ser como una ofrenda de amor de uno mismo y un sacrificio que agrada a Dios.

Después de recomendar una vida modelada según el modelo ideal, Dios, y un comportamiento de autosacrificio continuo en el amor, Pablo menciona varias actitudes y acciones que deben ser evitadas (vv. 3, 4). Son inapropriadas porque representan una autoindulgencia. Tienen que ver con la vida moral de los gentiles, como la inmoralidad sexual y toda impureza o avaricia. Estas ni siquiera deben ser mencionadas más en la compañía de los cristianos. La inmoralidad sexual (pornéia G4202) significa la fornicación y cualquier relación sexual ilícita e inapropriada. La impureza (akatharsía G167) equivale a la perversidad tanto de pensamientos como de actos. En conexión con estos actos sexuales desenfrenados Pablo menciona la avaricia (pleonexía G4124), que posiblemente se refiere a los deseos lujuriosos y disolutos. Estas cosas abundaban en el ambiente social de donde habían salido los cristianos de Efeso. Ellos practicaban esta clase de vida anteriormente (Lev 2:2-3) y por esta razón Pablo les recuerda que no se nombren más entre vosotros. Apela al hecho que ellos son santos y entre los santos estas cosas ni se hablan ni se hacen. Es un llamado a la pureza moral y la santidad.

El autor agrega algunas cosas que no son apropiadas, como la conducta indecente que es sucia, vulgar y ofensiva; tonterías o sea necedades; y bromas groseras que son chistes pornográficos que chocan la sensibilidad y el pudor de uno. Estas cosas no son apropiadas en la vida del cristiano e impiden la actitud que sí debe ocupar la mente y el tiempo del creyente, acciones de gracias. Las indulgencias sexuales y la autogratificación son características de la vida pagana, y están en contraposición con la actitud de sacrificio y gratitud que debe ocupar al creyente en Cristo. El cristiano tiene su mente en otras cosas mucho más altas y muchas razones por las que dar gracias, incluyendo el sexo debidamente disfrutado dentro del contexto que Dios ordenó. Por esta razón el sexo no debe ser el objeto de bromas ni chistes imprudentes. Pablo no está condenando el sexo como algo malo; pero sí está condenando los pensamientos malos, las actitudes incorrectas y los deseos sexuales desordenados. El sexo, por ser don de Dios al hombre para el bien de la humanidad, ha sido victimizado lastimosamente por Satanás y rebajado a lo más vano en cualquier ambiente que no disfruta del conocimiento de Cristo. Son los actos dentro de este contexto pervertido que Pablo censura.

El Apóstol concluye con una declaración oportuna y bien sabida (v. 5). Se trata de que el que continúa cometiendo actos inmorales, impuros y licenciosos no puede tener herencia en el reino de Cristo y de Dios. Además, los deseos licenciosos los describe como avaricia, la que para Pablo equivale a la idolatría. Es posible convertir al sexo en un dios para adorarlo. Las religiones paganas de los tiempos bíblicos incluyeron muchas prácticas y orgías sexuales. Fue por esta razón que Jehovah acusaba de fornicación a su pueblo rebelde que se volvió a la idolatría. La disolución moral acompañaba la idolatría. Así que la obsesión sexual fácilmente se puede identificar como idolatría.

Continuar en esta práctica y otras parecidas es evidencia de que uno no ha conocido a Cristo, y el que no conoce a Cristo, no puede tener herencia en él. De esta manera Pablo traza la línea de demarcación entre los que son de Cristo y aquellos que son del mundo gentil (Lev 4:17). Ha presentado una aplicación práctica y ética de la doctrina de la santidad de los que pertenecen a Cristo. Los que no siguen una vida santa y obediente no tendrán parte en la herencia real preparada para los que están en Cristo. El reino de Cristo y de Dios es un solo reino porque los dos son uno (Joh 10:30). Este reino es el dominio santo donde el poder y la autoridad divinos se sienten y son obedecidos. Por esta razón las cosas inmundas mencionadas no tienen parte en este reino presente, ni en el futuro.

2. La conducta pública y privada de los miembros del cuerpo de Cristo, 5:6-6:9

Pablo continúa la aplicación práctica de esta epístola dirigiendo su atención a la conducta pública y privada de los miembros del cuerpo de Cristo en 5:6-21. A continuación en 5:22-6:9 el autor trata las virtudes cristianas en la vida doméstica. En cierto sentido es una ampliación de lo que acaba de exponer pero, al estilo de Pablo, siempre con nuevos conceptos.

(1( La vida ejemplar de los hijos de luz, 5:6-21. Esta división comienza alertando a los hermanos que nadie os engañe con vanas palabras (v. 6). Advierte que hay el peligro de quienes quisieran presionarlos a seguir la corriente popular haciéndolos creer en mentiras. Engañar significa hacer caer en un error y es sinónimo con mentir. Vanas palabras son palabras huecas que carecen de verdad y que atrapan a los incautos, especialmente a aquellas personas tímidas e inestables en su fe. Es muy probable que el Apóstol está refiriéndose a algunos hermanos que habían sido influidos por los gnósticos que enseñaban actitudes y prácticas inmorales. Un concepto de moda en aquel tiempo, como en el nuestro, es que hay una distinción antibíblica entre la satisfacción de los apetitos del cuerpo, que para ellos era algo completamente normal y natural, y los goces del espíritu en su búsqueda de Dios.

La razón de esta advertencia tiene que ver con una consecuencia más grave, porque a causa de estas cosas viene la ira de Dios. Estas cosas tienen su antecedente en las prácticas vergonzosas que se mencionan en los vv. 3 y 4, que son las mismas que los maestros falsos querían justificar. La ira de Dios (v. 6 y 2:3) expresa el repudio de Dios y su jucio y castigo contra tal comportamiento y aquellos que lo ejecutan. La expresión hijos de desobediencia se encuentra también en 2:2. Es una expresión de origen hebreo que significa “los desobedientes”. Son los que conocen la ley de Dios y la desobedecen voluntariamente.

Con firmeza Pablo manda no seáis partícipes con ellos (v. 7). Partícipes (summétocos G4830) es la misma palabra que en 3:6 se traduce con copartícipes. Es una amonestación de no tener nada que ver con ellos (los hijos de desobediencia) ni con lo que hacen. La razón por la que no deben hacerlo es obvia (v. 8). Hacía poco, los que leían esta carta habían vivido como aquellos pero ahora han sido cambiados. Pablo contrasta su condición anterior con la presente: En otro tiempo érais tinieblas, ahora sois luz en el Señor. Tinieblas (skótos G4655) representa la oscuridad, la vida anterior sin Cristo, y luz (fós G5457) caracteriza la nueva vida en Cristo, quien es la luz del mundo. Los que han salido de las tinieblas a la luz no deben volver atrás. Afirma que los creyentes son luz en el Señor y tienen la responsabilidad de andar en luz. Pablo los exhorta enfáticamente: ¡Andad como hijos de luz! y no como hijos de desobediencia (v. 6). Su conducta debe ser un reflejo de la luz del evangelio y no de la oscuridad del pecado. El andar de uno está en relación directa con la luz que tiene. Estos habían recibido la luz de Cristo. Su comportamiento debe ejemplificar este hecho y no incluir cosas de las tinieblas.

Otra responsabilidad del creyente es dar evidencia de esa luz en su vida. El autor usa dos metáforas: fruto y luz. El fruto de la luz (v. 9a) consiste de tres cualidades éticas: bondad, justicia y verdad (v. 9b). Fruto (karpós G2590) en este contexto se refiere al resultado que produce la luz, y es una forma de la misma palabra que usaba Jesús en Joh 15:2 cuando hablaba de la vid verdadera. La idea es que la luz produce fruto apropiado en la vida de un creyente. La luz trae una buena cosecha. Donde se carece de luz no hay fruto; donde hay luz, hay fruto abundante (toda) y de buena calidad. La bondad (agathosúne G19) es todo lo que es bueno, benigno o benevolente. Otro sentido de bondad es caridad. Es lo opuesto absoluto de la maldad y la malicia. La justicia (dikaiosúne G1343) es la rectitud, la equidad, y sugiere lo que es correcto y equitativo, sin error o falla. La verdad (alétheia G225) es la veracidad, la certeza, la honestidad y aun la sinceridad.

La mayoría de las versiones, incluyendo la RVA, favorecen fruto de la la luz por representar el mejor texto en el griego de este versículo. Sin embargo, la RVR-1960 lo traduce “fruto del Espíritu” porque unos manuscritos así lo tienen, debido a lo parecido de este versículo con Gal 5:22 (ver la nota de RVA).

La vida que resulta en estas cualidades será una que comprueba (saborea) las cosas que agradan a Dios. Este es el sentido de lo que dice en v. 10: Aprobad lo que es agradable al Señor. El que anda en luz y su vida produce estas cualidades disfrutará de las cosas que complacen a Dios y por ende no provocará la ira de Dios (v. 6). La fórmula para agradar a Dios se halla en los vv. 9-11. La cosecha de luz en la vida cristiana es una que contrasta con la cosecha infructuosa y estéril de las tinieblas (v. 11). Pablo amonesta que el hijo de luz no debe tener ninguna participación en las infructuosas obras de las tinieblas. Las obras de la oscuridad son ocultas, corruptas y dañinas. El creyente no debe participar en ellas. Es más, debe huír de ellas y aun denunciarlas. La palabra traducida denunciadlas (elégco G1651) también quiere decir redargüir, corregir y reprender. La Versión Popular traduce esta idea con “sáquenla a la luz” y la RVR usa el término “reprendedlas”. Hay que exponer a la luz la conducta inmoral y corrupta, no sólo para condenarla, sino también para advertir del peligro y la destrucción que arrastra. Además, cabe incluir en esta denuncia a los que enseñan tales doctrinas corruptas, los que engañan con vanas palabras (v. 6). La obligación del creyente es advertir a los que no conocen a Cristo de las consecuencias de continuar en la oscuridad y las obras malas que se hacen en ella, siguiendo filosofías equivocadas. La luz del cristianismo señala y expone las obras malas y las enseñanzas torcidas de las tinieblas para corregirlas y purificarlas con el poder revelador y limpiador que viene de la verdadera luz del mundo.

La luz y las tinieblas 5:8-14

Pablo hace un contraste entre la luz y las tinieblas. Sabemos que la luz ilumina y purifica, mientras las tinieblas producen el menoscabo y el desarrollo de los microbios. La mayoría de los trabajadores del mundo trabajan de día, cuando hay luz, porque pueden rendir más. En cambio, la mayoría de los crímenes se cometen durante la noche. Los clubes nocturnos y otros lugares de diversión carnal atienden a la mayoría de los clientes de noche. Pablo dice que los frutos de la luz son bondad, justicia y verdad. Después, dice que ni quiere mencionar los frutos de las tinieblas, pero podemos saber que está refiriéndose a la maldad y los vicios que producen el engaño, la injusticia y la mentira.

Parece que Pablo cita de Isa 60:1 : ¡Levántate! ¡Resplandece! Porque ha llegado tu luz, y la gloria de Jehovah ha resplandecido sobre ti. Este versículo ha sido el lema de las organizaciones misioneras que se han dedicado a orar por los misioneros y dar sus ofrendas para el sostenimiento de ellos, mientras llevan el evangelio a los lugares más recónditos del mundo.

Pablo apela a que seamos hijos de luz, para arrojar la luz del evangelio a todas las personas que andan en las tinieblas. Cristo es la luz del mundo, pero tenemos que esparcir esa luz por medio de nuestro testimonio y vida.

En medio de su pensamiento con respecto al efecto de la luz sobre las obras infructuosas de las tinieblas al ser estas expuestas (vv. 11 y 13), Pablo incluye un pensamiento parentético (v. 12). Dice que da vergüenza aun mencionar lo que ellos hacen en secreto. Algo que da vergüenza significa una abominación o algo que se repudia. Son tan detestables esas cosas hechas a escondidas que Pablo se siente avergonzado de mencionarlas. Lo que hacen en secreto se refiere a las obras de las tinieblas que uno hace en privado o bajo la sombra de la noche cuando no puede ser detectado ni visto por nadie. Jesús habló de esta clase de conducta en Joh 3:19 y 20: Y ésta es la condenación: que la luz ha venido al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas. Porque todo aquel que practica lo malo aborrece la luz, y no viene a la luz, para que sus obras no sean censuradas.

Una vez denunciadas y así expuestas a la luz, por abominables y secretas que sean, todas las obras de maldad están a la vista, bajo el escrutinio y la influencia de la luz que las alumbra. Expuestas a los rayos correctivos y sujetas al poder purificador de la luz que las alumbra el verdadero carácter de ellas está revelado. Están visibles y transparentes. De igual manera, Pablo podría estar referiéndose a las doctrinas malas (vanas palabras) que se habían infiltrado en la iglesia, que al ser denun- ciadas quedan expuestos sus errores a la luz de la verdad de Cristo. Los errores doctrinales producen errores graves en la conducta privada, y muchas veces son la razón de la falta de ética y moralidad en la vida de muchos. Estas también deben ser expuestas a la luz y escrutinio de la verdad en Cristo.

El autor concluye esta porción citando un refrán (v. 14) que fue aparentemente bien conocido en aquella epoca. Algunos comentarios sostienen que viene de Isa 61:1, y bien podría haber sido inspirado por ese versículo. Robertson observa que es una adaptación libre de Isa 29:19 y 61:1, lo que me parece muy probable. Otros sugieren que fue una estrofa de un himno bautismal aludiendo a lo que representa el bautismo, la resurrección de entre los muertos del alma regenerada por Cristo, cuya luz ha resplandecido en ellos. Es un cuadro apto de la experiencia de la salvación y bien podría servir como parte del formulario que se pronuncia en el momento de bautizar a un nuevo creyente. Se sugiere que fue un himno cantado en la iglesia al celebrar el día de la resurrección y fue como una invitación a los incrédulos presentes en la congregación.

Los hijos de luz no sólo deben ser vigilantes y evitar las obras de las tinieblas, tienen la responsabilidad de denunciarlas y exponerlas a la luz limpiadora y salvadora del evangelio. Después de esta advertencia, el autor pasa a dar algunos consejos pertinentes. El primer consejo tiene que ver con un comportamiento prudente (v. 15) : Mirad, pues, con cuidado, cómo os comportáis es un llamado a la prudencia en cómo viven los cristianos. Mirar es función de los ojos. Aquí parece que Pablo tiene en mente los ojos del intelecto. El cuidado requiere todas las facultades mentales como físicas. El cristiano debe ser muy cuidadoso y sensato en cuanto a su comportamiento. La vida santa requiere inteligencia y responsabilidad, prudencia y sensibilidad. Se contrasta con la de los imprudentes, o sea los necios, que no se comportan con inteligencia ni responsabilidad. El necio niega a Dios y vive aparte de su mando. Como consecuencia, se corrompe y hace cosas abominables (Job 14:1), sustituyendo dioses falsos y siguiendo enseñanzas equivocadas.

El cristiano no debe ser así. Al contrario, vive sabiamente redimiendo el tiempo, sabiendo que los días son malos. La palabra redimiendo (exagorázo G1805) significa el pago completo del rescate, el precio necesario para conseguir plena posesión. Tiempo (kairós G2540) se refiere a la oportunidad específica que uno tiene y no tanto a un lapso de tiempo marcado por calendario o reloj. La idea es utilizar bien y hasta lo máximo cada oportunidad que uno tiene para hacer el bien y servir al Señor. La nota de la RVA sugiere una lectura opcional, aprovechando el momento oportuno, que da a entender que el cristiano sabio aprovecha el momento preciso para sacar el mejor provecho posible de cada oportunidad que se le presenta. Lo que motiva este vivir con provecho en el tiempo presente es que los días son malos. “Los tiempos son malos” es una expresión muy trillada en la actualidad debido a la situación sociopolítica que vivimos. La corrupción, la inmoralidad y la criminalidad abundan. Hay desesperación, frustración y caos en todos lados. Parece que la situación va de mal en peor. Hay más que suficiente evidencia que nos convence que los días son malos. Por esta razón el creyente debe tratar de vivir una vida sana y santa, hacer el bien que puede, utilizar cada oportunidad que tiene de vivir como verdadero hijo de luz, produciendo el fruto de la luz en su vida.

Dos desafíos 5:15, 16

1. El desafío de comportarnos en forma correcta.

(1) Debemos ser estrictos en nuestro comportamiento, no dejando causa de crítica. Esto quiere decir que vamos a obedecer los mandamientos que Dios nos ha dado desde el AT inclusive lo que nos enseña del NT.

(2) Debemos ser sabios en nuestro comportamiento, dándonos cuenta de los efectos de un testimonio negativo. Esto se necesita mucho hoy en día, porque el mal testimonio de algunos cristianos puede perjudicar mucho de lo bueno que se hace.

2. El desafío de redimir el tiempo.

(1) Porque nos damos cuenta del valor de la oportunidad que existe. La idea es de aprovechar haciendo una inversión pequeña que nos dará una ganancia extraordinaria.

(2) Porque el tiempo puede ser corto para testificar a otros. Pablo esperaba la segunda venida de Cristo y el fin del mundo dentro de poco tiempo, durante su propia vida. Por eso, sintió la compulsión de obrar en forma diligente.

(3) Porque las fuerzas del mal son poderosas y pueden causar enfriamiento en el cristiano. Por las tentaciones muchos que expresaron un interés en el evangelio se enfriaron y abandonaron el camino con el tiempo.

En el v. 17 Pablo amonesta a los creyentes que no sean insensatos, sino comprended cuál es la voluntad del Señor. El cristiano sensato aprenderá qué quiere Dios que haga y lo que agrada a Dios. Procurará con ahínco hacerlo, porque hacerlo requiere esfuerzo diligente. El sabio conocerá y hará la voluntad de Dios para andar como Dios quiere que ande y hacer lo que a él le agrade. Es posible conocer la voluntad de Dios y andar como hijo de luz haciendo el fruto de la luz.

El autor cita un ejemplo de la falta de inteligencia al no buscar la voluntad de Dios, el abuso del vino que embriaga. El desenfreno al tomar mucho vino produce un descontrol de uno mismo, la embriaguez, y un comportamiento lamentable. Tal abuso está condenado en Psa 23:29-35. Es bien sabido que la intemperancia en el uso de las bebidas alcohólicos resulta en fuerzas violentas, acciones criminales, deseos carnales, actitudes antisociales, trastornos emocionales, pérdida racional y el olvido de Dios. Tales cosas no son compatibles con la fe cristiana y atentan contra el testimonio del creyente. Además de la consideración de los resultados vergonzosos de la embriaguez, es posible que Pablo está asociando la intemperancia en el uso del vino con algunas prácticas religiosas en ciertas religiones paganas de esa época. Por esta razón fue apropiado que él advirtiera a los efesios y otros que leyeran esta epístola que tuviesen cuidado de no emboracharse ingiriendo el vino como sus vecinos que lo hacían para entrar en comunión con los dioses paganos.

Los rituales de ciertas religiones paganas incluían la borrachera y orgías para lograr una experiencia extática y el contacto con los espíritus de sus dioses. Aún en nuestro tiempo y medio hay ciertos grupos, especialmente entre ciertas tribus indígenas y los de la cultura tipo hippie que usan elementos estupefacientes y alucinógenos en sus prácticas religiosas. Pablo advierte contra tal práctica (la borrachera) desde el punto de vista práctico porque no conviene y desde el punto de vista espiritual porque contradice el testimonio cristiano. Siendo este el caso, este mandato tiene una relación íntima con la advertencia hallada en el v. 6 en cuanto a las vanas palabras de los consejeros engañosos y la aludida conducta licenciosa mencionada en el v. 11. Tanto la intemperancia como la inmoralidad son el resultado de la insensatez en el comportamiento de uno y no caben en la vida cristiana. Pablo advierte al creyente tierno y débil de los peligros de caer víctimas de enseñanzas religiosas que conducen a prácticas dañinas y vergonzosas.

En contraste con éstas, Pablo enseña a los creyentes dónde y cómo hallar el verdadero secreto del andar cristiano prudente, limpio y obediente: Sed llenos del Espíritu (v. 18). No sólo es imperativo que los cristianos no se embriaguen llenándose de vino, es imperativo que se llenen de algo más. Este “algo más” es el Espíritu Santo. Este produce una “embriaguez” completamente diferente y constructiva. En vez de estar bajo la influencia del alcohol, los creyentes deben estar bajo la influencia del Espíritu Santo continuamente. Su vida estará bajo el control de esta presencia divina y santa. En este estado hay fuerza espiritual, gozo racional, cordura, deseos limpios y ordenados, repudio a la maldad, conciencia de lo correcto y la inclinación hacia la voluntad de Dios.

Esta exhortación fue dada a toda la iglesia en forma imperativa, no como una opción y no al individuo solo. La estructura gramatical de este versículo es tal que nos da a entender que el deber de toda la iglesia es ser llena del Espíritu en forma progresiva y constante, no una vez no más, ni por ocasiones esporádicas. Esta llenura viene a los creyentes como el objeto llenado y no como el sujeto que procura ser llenado. Tenemos que desear y permitir que el Espíritu nos llene y no hacerlo el objeto de un esfuerzo humano o de una búsqueda como para apropiarse uno de él.

Con esta metáfora comparativa Pablo quiere demostrar que como el vino posee y domina al que lo ingiere, así el Espíritu posee y controla la vida de los que lo permiten llenar. No creo que se debe tomar esta ilustración como una licencia para “embriagarse” en el espíritu (humano) a tal grado que uno pierda el control o esté fuera de sí. La presencia del Espíritu no causa una intemperancia en el comportamiento ni la disolución del carácter. Los que hablan de embriagarse del Espíritu dan lugar a un concepto equivocado de la llenura del Espíritu Santo. Hay espíritus que producen ebriedad y relajo emocional que no son de Dios. Hay que cuidarse de ellos con la misma diligencia que uno se cuida contra los espíritus intoxicantes del alcohol. Nótese que Pablo no dice que seamos embriagados (intoxicados al punto de perder el control) sino que seamos llenos del Espíritu. Donde está el Espíritu en control habrá orden, armonía y paz. El desorden, las divisiones y la intranquilidad del alma resultan, más bien, donde se carece del Espíritu. El ambiente y la vida de la iglesia deben ser completamente infundidos e influidos por el Espíritu.

Esta condición espiritual resulta en cinco acciones agradables y edificantes: hablando, cantando, alabando, dando gracias y sometiéndoos (vv. 19-21). Estos versículos dan una mirada breve y escueta al formato de los cultos religiosos que se celebraban en las iglesias del primer siglo. En vez de hablar cosas vergonzosas, las conversaciones de los hermanos cristianos serán salmos, himnos y canciones espirituales, todo lo que habla del Señor. Los creyentes cantarán al Señor y de su gloria, en lugar de cantar de los deseos licenciosos y las ambiciones vulgares de la carne. Alabarán en sus corazones al único Dios en lugar de elogiar las hazañas de los héroes mundanos. En lugar de quejarse y criticar, los creyentes serán conocidos por su sentido de gratitud a Dios por todo lo que él les concede y en toda circunstancia. Además, serán reconocidos como gente que considera el uno al otro en amor antes de a sí mismo. De esta manera marcada la iglesia se distingue claramente del mundo que la rodea y en medio del cual vive.

Como la luz produce una cosecha agradable en la iglesia y sus miembros, el Espíritu da amplia evidencia de su presencia. Es muy probable que Pablo tiene en mente la conducta de los creyentes dentro del contexto de la adoración pública. En estas ocasiones había comunión entre los hermanos presentes, indicada aquí con la expresión hablando entre vosotros. Había una conversación santa que alternaba entre exhortacion mutua y testimonios que inspiraban incorporando éstos algunas expresiones de los salmos, himnos y canciones que expresaban el sentido de su fe y alegría.

Cantar era también parte de la expresión espontánea de su fe y lo hacían como parte de sus servicios religiosos. Como Bonnett y Schroeder comentan, “todo gozo del Espíritu divino, llegado a cierto grado, se expresa por el canto”. La iglesia del primer siglo fue una iglesia que cantaba. Sin duda, no hacían falta instrumentos de cuerda y tambores para acompañarlos. Como en los tiempos bíblicos cantaban los salmos al compás de varios instrumentos, así lo hacemos hoy en día al cantar. Pablo menciona tres tipos musicales: salmos (los del AT), himnos y canciones espirituales (composiciones cristianas que daban expresión a su fe y sentimiento fervoroso). Estos coinciden con la práctica de nuestro tiempo de también cantar salmos, coros, cánticos, canciones alegres e himnos más solemnes, usando una variedad de instrumentos y estilos de interpretación. Cada uno llena una necesidad específica como parte del culto para mantener un balance entre la alabanza subjetiva y una adoración objetiva.

Lamentablemente en nuestro ambiente algunos caen en el error de repetir las mismas “alabanzas” de siempre sin son ni razón, ni pensar en lo que hacen ni por qué lo hacen. La plenitud del Espíritu en la iglesia dará curso a una amplia y variada forma de expresar la alabanza y la adoración que hay en el corazón del pueblo de Dios en medio de una comunión espiritual y una actitud de gratitud. Hay una marcada diferencia entre una iglesia llena del Espíritu y un borracho lleno de vino. Este está enloquecido por los efectos del alcohol y balbucea tonta e incoherentemente; mientras aquélla da expresión inteligente, entendible y coherente a un sentir profundo que radica en el corazón cambiado por el poder regenerador del Espíritu de Cristo.

Cantando y alabando al Señor en vues- tros corazones son formas de expresar el gozo que prorrumpe de los corazones llenos del Espíritu. La adoración verdadera dará lugar a exteriorizar este gozo. El gozo nace en el corazón regenerado y es acompañado por la gratitud, que también surge del corazón del creyente agradecido. En vuestros corazones también podrá significar la sinceridad con que uno canta y alaba. Es parecido a con todo el corazón.

Otra evidencia de la plenitud del Espíritu en la iglesia es la oración que expresa la gratitud. Pablo lo expresa así: Dando gracias siempre por todo al Dios y Padre, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo (v. 20). En esta frase corta nos da cinco elementos esenciales para la oración que agrada a Dios. En primer lugar la gratitud, dando gracias. El corazón sincero será un corazón agradecido. Siempre expresa el contexto temporal de esta actitud como perpetua, todo el tiempo y en todos los tiempos, sin límites. Por todo es inclusivo y habla de cualquier cosa bajo cualquier circunstancia. Aunque no entendamos algunas cosas que nos suceden en el momento dado, debemos reconocer que Dios está consciente y obrando su voluntad aun en la adversidad, y debemos darle gracias. La gratitud es positiva y optimista, capaz de ver la mano de Dios en todo.

Otro elemento importante tiene que ver con a quién va dirigida nuestra acción de gracias, al Dios y Padre como el creador, sustentador y gobernador de todo. Dirigir la oración a otro o por medio de otro es un error, especialmente para el creyente que ya tiene pleno acceso al trono de la gracia (Heb 4:16) y ha sido enseñado por Cristo a orar al Padre (Mat 6:6, Mat 6:9). No hay que invocar ninguna fórmula trinitaria (“en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”) como algunos suelen hacer para iniciar la oración ni antes de leer un pasaje bíblico. Tenemos permiso de dirigirnos directamente a él y pleno acceso a su trono.

El último elemento de la buena oración tiene que ver con la autoridad que tenemos de dirigirnos al Padre: En el nombre de nuestro Señor Jesucristo. El nos ha autorizado a pedir en su nombre (Joh 14:13-14; Joh 15:16; Joh 16:23). En él tenemos nuestra identidad que nos da derecho a pedir en su nombre sagrado. No pedimos en nuestro propio nombre, ni menos en nuestros méritos. El es quien ha abierto el camino al Padre, ha quitado el muro que antes nos separaba de él y nos ha hecho aceptos delante de Dios. La oración correcta se hace en el nombre único y exclusivo de nuestro Señor Jesucristo. El y solamente él es nuestro intercesor (Rom 8:34).

Finalmente, tenemos otra evidencia del Espíritu. Esta es una actitud de sumisión mutua entre los hermanos (v. 21). Esta idea introduce un nuevo concepto cristiano, contrario al popular de los gentiles. Esta actitud considera a los demás y sus necesidades como más importantes que uno mismo. Es el hecho de subordinarse a otros en vez se elevarse sobre ellos. La sumisión y la consideración mutuas desplazan la soberbia, la rudeza, el egoísmo y la terquedad con respecto a las opiniones o preferencias propias. Esta sumisión está templada por una reverencia a Cristo y es el producto de la llenura del Espíritu Santo. Esta actitud de sumisión mutua en el amor fraterno y el temor santo de Cristo contribuye a la unidad de la iglesia y facilita el funcionamiento armonioso de todos los miembros en el ejercicio de sus responsabilidades sagradas. Es la prueba suprema de andar cristianamente y de ser llenos del Espíritu. Por ser tan importante, quizá es lo más difícil de poner en práctica. Atenta contra el egoísmo personal y la importancia personal. Requiere una actitud de humildad y bondad que no es natural en muchos.

Algunos comentarios incluyen el v. 21 como parte del tema que próximamente se tocará en esta epístola, el de las relaciones interfamiliares e interpersonales. Bien cabe allí, pero también está relacionado con estar lleno del Espíritu Santo como una de las muchas evidencias de ello. La sumisión mutua es parte del comportamiento y de la identidad de los hijos de luz.

(2( Virtudes cristianas en la vida doméstica, 5:22-6:9. Aparentemente Pablo usa lo que expresa en el v. 21 como un eje sobre el cual hacer una transición de una aplicación general al comportamiento cristiano hacia el comportamiento cristiano en las relaciones domésticas. Estas representan las relaciones clave de la vida cotidiana y ejemplifican la iglesia descrita antes como una familia (2:19). La sujeción mutua en la iglesia halla su mejor expresión en el ideal familiar. Hay dos instituciones divinas: La familia, instituida por Dios al comienzo de la historia humana; y la iglesia, instituida por él en Cristo al comienzo de la historia cristiana. Las dos siguen el mismo modelo en cuanto a las relaciones internas. El Apóstol continúa la comparación entre el estilo de vida cristiano con el de los paganos con una mirada a la familia cristiana. Esta también debe manifestarse diferente en el medio pagano en donde se desarrolla. Para este efecto describe una serie de relaciones que deben existir en el hogar cristiano que deben ser diferentes de aquellas de los incrédulos.

Después de prestar atención a la composición, la naturaleza y el comportamiento de la iglesia, es natural que Pablo se dirija hacia la familia que la ejemplifica. Es lógico que Pablo se preocupe de la familia cristiana, pues la estructura de la iglesia refleja en un sentido la de la familia. La forma en que Pablo aborda el tema nos hace preguntar si está hablando de la familia o de la iglesia. La realidad es que habla de las dos de manera que lo que tiene que enseñar de la una refuerza lo que enseña de la otra. La familia es una figura apropiada de la iglesia, porque todos formamos parte de una familia y sabemos la importancia de una relación y participación apropiadas como miembros de ella para garantizar su armonía y éxito.

En toda institución o relación humana el orden de las relaciones es un camino de doble vía, la una de autoridad y la otra de sujeción. Pablo respeta el orden establecido por Dios en la naturaleza para aplicar la verdad de la sujeción mutua. Es muy importante tomar esta porción como parte de todo el contexto de la epístola y no como un comentario aislado sobre la familia. Como ejemplo cardinal de la sujeción mutua cristiana y su papel como evidencia de ser llenos del Espíritu, Pablo compara la familia y la iglesia en cuanto a sus relaciones esenciales. Lo hace utilizando seis pares de relaciones: esposas a esposos, esposos a esposas; hijos a padres, padres a hijos; obrero al patrón, patrón al obrero.

Apela primero a que las casadas estén sujetas a sus propios esposos como al Señor (v. 22). Es lo único que requiere de ellas. Las casadas son las mujeres en su papel u oficio como esposas. Lit. las palabras que forman este versículo en el griego no contienen un verbo y se leerían así: “Las casadas a sus propios esposos como al Señor.” Uno tiene que mirar más adelante (v. 24) o hacia atrás (v. 21) para hallar el verbo que da sentido a esta expresión. En cada caso el verbo es alguna forma del verbo sujetar o estar sujeto. La acción que este verbo implica es la de subordinarse bajo o sujetarse a la autoridad de otro, en este caso las esposas a la de los esposos. Es el hecho de renunciar los derechos de uno a otro, de la esposa al esposo. La sumisión de la esposa cristiana a su esposo halla su sentido en la misma manera que la esposa creyente se sujeta a Cristo como su Señor. Para entenderlo mejor, podríamos parafrasear este versículo para decir: “Las casadas estén sujetas a sus propios esposos como ellas mismas están sujetas al Señor.”

El esposo, como el representante de Dios frente a la familia, merece la misma consideración en el nivel humano que la esposa da al Señor en el área espiritual. Pablo solamente está reiterando algo que Dios ordenó al comienzo de la historia humana. Este orden reconoce la naturaleza y las características esenciales tanto de la mujer como del hombre. El caos y la destrucción son el resultado de desobedecer este orden divino.

Vaughan señala que esta sumisión tiene tres condiciones: el amor, la voluntad y el deber cristiano. El amor generoso del esposo provee el ambiente que evoca y garantiza la sumisión de la esposa. La buena voluntad de la esposa es la respuesta de ella a la autoridad benigna que él ejerce sobre ella. La esposa cristiana, consciente de la relación que tiene con Cristo como Señor de su vida, se somete a su esposo en amor recíproco, reconociéndolo como el que Dios le ha dado como compañero y protector para que mutuamente se complementen.

La sumisión de la esposa al esposo se debe porque el esposo es cabeza de la esposa, así como Cristo es la cabeza de la iglesia, y él mismo es salvador de su cuerpo (v. 23). En primer lugar podemos ver esto como una interpretación lógica del orden establecido por Dios en la formación de la primera pareja. Toda institución u organización tiene una sola cabeza o autoridad principal; en el caso de la familia es el esposo. Esta es una autoridad delegada o una responsabilidad ordenada por Dios y nadie debe cambiarla o abrogarla. A la vez no es una autoridad despótica para dominar o explotar, sino es una responsabilidad sagrada que ha sido otorgada por Dios para ordenar la familia y así gobernar la sociedad. En segundo lugar esta sumisión en el matrimonio ilustra la relación íntima y vital entre Cristo como cabeza de la iglesia y la iglesia como su cuerpo. Esta relación halla su máxima expresión en la obra salvadora de Cristo en favor de la iglesia. Cristo como cabeza también es salvador. En él la iglesia realiza su existencia y halla sentido. De igual manera, en el orden divino de la creación, la mujer se halla realizada en la unión conyugal con su esposo.

El modelo de la sujeción en el matrimonio se halla en la relación de la iglesia con Cristo, una sumisión absoluta. Así que, como la iglesia está sujeta a Cristo, de igual manera las esposas lo estén a sus esposos en todo (v. 24). La iglesia depende de Cristo en todo para su existencia, su sustento y su esperanza. De igual manera las esposas cristianas dependen de sus esposos en todo con respecto al contexto doméstico. Esta sumisión es el ideal que la esposa cristiana procura imitar, siempre sujeta a Cristo como su salvador y Señor en su vida espiritual y a su esposo en su vida conyugal.

Pablo considera ahora el segundo par de relaciones, de esposo a esposa. Es interesante notar que dedica más espacio a esta relación que a cualquier otra. ¿Será porque la responsabilidad del esposo es la más grande? Tiene mucho que decir en cuanto a la responsabilidad del hombre, pero nada en cuanto a sus derechos. Comienza con una recomendación fuerte para los esposos: Amad a vuestras esposas (v. 25a). Es el mismo amor que da de sí mismo para beneficio del amado. Esto introduce el concepto cristiano del amor agápe en el matrimonio, en constraste con el amor filéo y éros del matrimonio mundano. Para ilustrar qué clase de amor el esposo debe demostrar a su esposa, Pablo lo compara con el amor de Cristo por su iglesia.

Comienza con un consejo a los esposos y termina con una emocionante descripción de la iglesia. Usa el amor de Cristo como modelo: Así como también Cristo amó a la iglesia y se entregó a sí mismo por ella (v. 25b). De hecho, es un amor sumisivo: Así como Cristo se negó a sí mismo y fue sacrificado para redimir a su iglesia, el hombre se entrega en amor para el bien de su esposa. Este amor gobierna las actitudes y las acciones del esposo hacia su cónyuge y desplaza cualquier tendencia áspera, egoísta o caprichosa.

Para ilustrar el tipo de amor que los esposos deben mostrar a sus esposas el Apóstol emplea cinco formas verbales para describir el amor de Cristo por su iglesia: la amó, se entregó, la santificó, la purificó, y se la presentó. Es un amor completo e inclusivo. La razón de este amor sacrificial de Cristo hacia su iglesia fue su santificación: A fin de santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra (v. 26). La santificación de la iglesia, por un lado, fue el hecho de consagrarla, apartándola del resto del mundo para un propósito sagrado. Este hecho, por otro lado, fue el resultado del proceso purificador en el lavamiento del agua por la palabra. En la santificación y el lavamiento tenemos dos acciones complementarias. La santificación de la iglesia es hacerla santa, mientras su purificación podrá referirse al perdón de los pecados, que acompaña a la regeneración y se simboliza en el bautismo. Stott sugiere que la referencia al lavamiento pueda ser una referencia al baño nupcial practicado por la novia antes de la boda en aquella época. El lavamiento (v. 26) es una alusión al bautismo en agua como respuesta a una decisión tomada al oír el evangelio.

El objetivo de todo este proceso de amor es para presentársela a sí mismo en matrimonio celestial (v. 27). Jesús, el novio, propone recibir a su novia, la iglesia, gloriosa, radiante, esplendorosa e ideal con una perfección física, que no tenga mancha ni arruga, santa y sin falta. Con este amor tan perfecto en mente, Pablo vuelve el pensamiento hacia el esposo con respecto al amor que él proporciona a su esposa (v. 28). Este amor apela al cuidado afectuoso que uno mismo da a su propio cuerpo. La pauta para este pensamiento está en el hecho de que nadie abusa de su propio cuerpo, sino que lo cuida y sustenta, tal como Cristo a la iglesia (v. 29). Otra vez Pablo apela al cuidado que Jesús da a su iglesia como el modelo del cuidado que el esposo da a su esposa.

La expresión porque somos miembros de su cuerpo (v. 30) se refiere a que los creyentes pertenecen al cuerpo de Cristo, la iglesia, la que a la vez es aludida aquí como su novia amada. Este amor es tan poderoso que el novio está dispuesto a separarse de su padre y de su madre para unirse a su esposa (v. 32). Como alguien ha dicho “casados se puede escribir casa dos”. La atracción conyugal es más fuerte que los vínculos paternales. El amor que el esposo siente hacia su novia es más poderoso que el amor para los padres y resulta en una unión íntegra. Y serán los dos una sola carne es una cita que recuerda lo que sucedió en Edén (Gen 2:24) y lo que ratificó Jesús (Mat 19:5). Describe la unidad que caracteriza al matrimonio y que a la vez se usa para señalar la íntima y vital unión de la iglesia en Cristo y el amor que él tiene por ella.

Esta unión entre hombre y mujer lleva al Apóstol a describirla como un gran misterio (v. 32). Esta es la quinta vez de seis que emplea esta palabra en esta epístola. En 3:3, 4 y 9 habla del misterio en Cristo que le fue revelado con respecto a la iglesia y su misión sagrada. Ahora, al contemplar la unidad íntima del matrimonio, Pablo halla en ella una analogía para describir la unión de la iglesia con Cristo. Para él (y nosotros) esto sí es un gran misterio; pero no es un secreto escondido, es una verdad que ha sido revelada. De esta manera Pablo concluye la comparación entre la iglesia y el matrimonio.

Termina esta porción reiterando el deber matrimonial entre los esposos con una recomendación final a los dos en el v. 33: Por tanto se refiere a lo dicho hasta aquí con respecto al amor de Cristo para la iglesia como modelo del amor que cada esposo debe tener a su propia esposa y la sumisión respetuosa de la esposa hacia su esposo. Aunque el papel de cada cónyuge es distinto, hay una igualdad de responsabilidad mutua y complementaria para cada uno. De esta manera contribuyen a la armonía y unión familiar y fortalecen la unidad de la iglesia. Más que todo, honran a Dios.

Aunque el v. 33 es el último del cap. 5, no es el final de la sección que estamos considerando (5:22-6:9). Esta continúa hasta el v. 9, después del cual hay un cambio del tema.




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Comentario Bíblico de Matthew Henry

Autor: Matthew Henry, Traducido al castellano por Francisco la Cueva, Copyright © Spanish House Ministries | Unilit

Comentario Bíblico Mundo Hispano

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