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Éxodo 40 - Comentario Crítico y Explicativo Conciso vs Mundo Hispano

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Éxodo 40

EL TABERNACULO LEVANTADO Y UNGIDO.

2. en el primer día del mes primero—De una consideración cuidadosa de los incidentes relatados como acontecidos después del éxodo (cap. 12:2; 13:4; 19:1; 20:18; 34:28, etc.), se ha calculado que el trabajo del tabernáculo fué empezado dentro de seis meses después de aquella emigración; y por consiguiente, que otros seis meses habían sido ocupados en construirlo. Tan largo período gastado en preparar los materiales de un pabellón movible, sería difícil entender, si no fuera por lo que se nos dice de las vastas dimensiones del tabernáculo, como también de la inmensa variedad de trabajo curioso y elaborado que requerían sus diferentes artículos de moblaje. el tabernáculo—el edificio entero. tabernáculo del testimonio—el original dice: “tienda del testimonio”—la cubierta sobre el tabernáculo (v. 19).

15. los ungirás como ungiste a sus padres—Se hizo uso del óleo sagrado, pero no parece que la ceremonia fuera ejecutada exactamente de la misma manera; porque aunque el aceite de la unción fué rociado sobre las vestimentas de Aarón y sus hijos (cap. 29:21; Levítico 8:30), no fué derramado sobre la cabeza de éstos. Esta distinción fué reservada para el sumo sacerdote (cap. 29:7; Levítico 8:12; Salmo 133:2).

16. Moisés hizo conforme a todo lo que Jehová le mandó—Por su parte, mostró la misma fidelidad escrupulosa en conformarse al “modelo” en la disposición de los muebles, que había sido manifestada por los obreros al erigir el edificio.

33. Así acabó Moisés la obra—Aunque no está expresamente relatado en este pasaje, por lo que tuvo lugar en ocasiones similares, hay razón para creer que el día de la inauguración el pueblo fué llamado de sus tiendas; se formó una vasta asamblea, pero en disposición tranquila y ordenada al rededor del recién construído tabernáculo.

34. una nube—literalmente, “LA nube” -la nube mística del bien conocido símbolo de la presencia divina. Después de estar a gran distancia de ellos sobre la cumbre de la montaña, parecía estar en movimiento; y si muchos de ellos sentían temor secreto acerca de las consecuencias, ¡cómo reviviría el corazón desfallecido; crecería intensamente el interés del momento, y rebosaría el gozo, cuando se vió que aquella nube simbólica estaba lenta y majestuosamente descendiendo hacia abajo a la llanura, y cubriendo el tabernáculo! La ocultación completa y total del tabernáculo dentro de los pliegues de una nube impenetrable, no carecía de un significado profundo e instructivo: era protección al edificio sagrado del calor ardiente del clima arábigo; era una prueba de la presencia divina; y era también un emblema de la dispensación mosaica, la cual, aunque era una revelación del cielo, sin embargo, dejó muchas cosas escondidas en la obscuridad; porque era una nube obscura en comparación con la brillante nube que señaló los descubrimientos más claros y más completos del carácter y la gloria divinos, en el evangelio (Mateo 17:5). la gloria de Jehová hinchió el tabernáculo—o sea, la luz y el fuego, un esplendor creado, que era el símbolo peculiar de Dios (1 Juan 1:5, Joel 1:5). Sea que esta luz fuera inherente a la nube o no, en esta ocasión emanaba de ella, y al hacer su entrada, no con la velocidad de un relámpago, sino con esplendor majestuoso, pasó por el atrio exterior al interior del lugar santísimo (1 Reyes 8:10; Juan 1:14). Su carácter milagroso es mostrado por el acto de que, aunque “llenó el tabernáculo”, ni una cortina ni una pieza del moblaje fué chamuscado.

35. no podía Moisés entrar en el tabernáculo del testimonio—¡Cómo demuestra esta circunstancia la incapacidad del hombre, en su estado actual, de mirar a cara descubierta las perfecciones de la Divinidad! Moisés no pudo soportar el claro fulgor ni tampoco pudieron los más sublimes de los profetas (Isaías 6:5). Pero lo que ni Moisés ni los más eminentes de los mensajeros de Dios a la antigua iglesia por la debilidad de la naturaleza pudieron soportar, nosotros todos podemos hacerlo ahora por el ejercicio de la fe; mirando a Jesús, quien refleja con resplandor depurado la claridad de la gloria del Padre; y, quien, habiendo entrado como Precursor para nosotros dentro del velo, nos ha invitado a acercarnos con valor al propiciatorio. Mientras que Moisés era obligado, por la influencia de un temor abrumador, a estar a la distancia, y no pudo entrar al tabernáculo, Cristo entró al lugar santísimo no hecho por manos; en efecto, él mismo es el verdadero tabernáculo, lleno de la gloria de Dios, siempre con gracia y verdad, que triplicaba la “Shekinah”. ¡Qué motivo tenemos para dar gracias a Dios por Jesucristo, quien, siendo el resplandor de la gloria del Padre, sin embargo, exhibía aquella gloria de una manera tan suave y atrayente, como para animarnos a acercarnos con confianza y amor a la presencia divina!

36. cuando la nube se alzaba del tabernáculo—Viajando por los desiertos arenosos, sin rastros, del Oriente, se ha recurrido, desde tiempos inmemoriales, al uso de antorchas, que emitían nubes de humo de día y de fuego en la noche. Los ejércitos de Darío y Alejandro fueron conducidos de esta manera. (Faber.) Las caravanas árabes de hoy siguen la misma costumbre; y materiales para estas antorchas son acumuladas entre otros preparativos para un viaje. Fuego vivo, levantado en vasos en el extremo de largos palos, y siendo visto a larga distancia, sirve, por el humo en el día y la luz en la noche, como señal para la marcha, mejor que la trompeta, que no se oye en los extremos de un campamento grande. (Laborde.) Esta usanza y el milagro relatado por Moisés se ilustran mutuamente. La usanza nos lleva a pensar que el milagro era necesario, y digno de ser obrado por Dios; y por la otra parte, el milagro de la columna de nube, que producía el doble beneficio de sombra de día y luz por la noche, da a entender no sólo que la usanza no era desconocida por los hebreos, sino que suplía todas las necesidades que ellos sentían al igual que otros viajeros al través de aquellas regiones fatigantes. (Faber, Hess, Grandpierre.) Pero su apariencia peculiar, su carácter uniforme y movimientos regulares la distinguían de todos los fenómenos atmosféricos comunes. Era una bendición inapreciable a los israelitas, y siendo reconocida por todas las clases como el símbolo de la presencia divina, guiaba sus viajes y regulaba sus campamentos (comp. Salmos 29, 105).

38. la nube de Jehová estaba de día sobre el tabernáculo, etc.—Mientras que hasta ahora la nube aparecía algunas veces en un lugar, algunas veces en otro, ahora se hallaba sobre el tabernáculo solamente; de modo que desde el momento que el santuario fué erigido, y la gloria de Jehová había llenado el edificio sagrado, miraban los israelitas hacia el lugar que Dios había escogido para poner allí su nombre, para que pudiesen gozar de los beneficios de su Guía celestial (Números 9:15). De igual manera, la iglesia tenía la revelación divina como su guía desde el principio, mucho antes de que la palabra de Dios existiera en forma escrita; pero siempre desde el establecimiento de aquel canon sagrado, ella está descansando sobre la palabra revelada como su tabernáculo, y únicamente allí ha de hallarse la dirección divina. Nos acompaña dondequiera que vayamos, así como la nube indicaba el camino de los israelitas. Es siempre accesible; podrá ser llevada en nuestro bolsillo cuando andamos a pie; podrá ser grabada sobre las tablas interiores de nuestra memoria y nuestro corazón; y guía tan verdadera, fiel y perfecta es, que no hay escena del deber o de prueba en medio de la cual tengamos que pasar en este mundo, sin que ella provea una dirección clara, segura e inenarrable (Colosenses 3:16).


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Éxodo 40

(9) El tabernáculo erigido, 40:1-33. Fue el primer día del mes primero (v. 2) cuando Jehová le dijo a Moisés que levantara el tabernáculo, y éste le dio la orden al pueblo (vv. 1-11). La fecha se especifica bien en el v. 17: fue el primer día del mes primero del segundo año, lo que significa que lo levantaron once meses y medio después del éxodo (12:2, 6, 18). El viaje a Sinaí duró tres meses; estuvieron en Sinaí unos nueve meses antes de erigir el santuario, y la estadía allí duró unos once meses (19:1; Num 10:11-12).

Jehová también ordenó que Moisés consagrara a Aarón y a sus hijos para el sacerdocio perpetuo (vv. 12-15). La ceremonia de consagración, el llenar las manos (ver 28:41), se encuentra en el cap. 29. Simbólicamente eran separados de las tareas comunes para que desempeñasen los deberes sacerdotales; eran lavados con agua (29:4) y eran ungidos con aceite (29:7). Durante la ceremonia sacrificaban un becerro y dos carneros: el becerro servía como una ofrenda por el pecado (29:10-14), el primero de los carneros era dedicado como un holocausto (29:15-18) y el segundo era un sacrificio de paz (29:28), lo que significaba que una parte del mismo lo comían los sacerdotes (29:31-34). Al poner sus manos sobre las cabezas de los animales los sacerdotes se identificaron con los sacrificios. En una parte especial de la ceremonia ponían sangre del animal degollado sobre el lóbulo de las orejas derechas de Aarón y sus hijos, sobre el dedo pulgar de sus manos derechas y sobre el dedo pulgar de sus pies derechos (29:19, 20). Simbólicamente la sangre consagraba sus oídos para escuchar la voz divina, sus manos para hacer la voluntad divina, y sus pies para andar en el camino y servicio del Santo de Israel.

La ceremonia de la consagración de Aarón y sus hijos duró siete días (29:35) e incluyó la expiación y santificación del altar (29:36, 37). Por cierto, los ritos exteriores y los vestidos especiales simbolizaban públicamente la dedicación interior que debiera acompañar el ministerio en nombre del Señor. Moisés hizo todo lo que el Señor le mandó (v. 16); después, puso las tablas del testimonio dentro del arca y puso el propiciatorio encima de ella (v. 20). Paso por paso siguió las instrucciones y acabó la obra (v. 33b). El pueblo debió haber tenido un gran sentido de satisfacción; meses antes el Señor le había dicho que la señal de su presencia sería que iban a servirle en el monte Sinaí (3:12). Dios fue fiel a su palabra; se había cumplido la promesa.

(10) La gloria del Señor llena el tabernáculo, 40:34-38. Después de la ceremonia de dedicación, la nube cubrió el tabernáculo de reunión, y la gloria de Jehová llenó la morada (v. 34). Con la entrega de la ley y el establecimiento de las instituciones del tabernáculo y el sacerdocio, se cambió la función de Moisés. Había servido como caudillo, profeta y sacerdote pero ahora, Moisés no podía entrar en el tabernáculo de reunión, porque la nube estaba sobre él, y la gloria de Jehová había llenado la morada (v. 35). La presencia visible del Señor puso su sello de aprobación sobre la gente, el tabernáculo mismo, e indicaba que Israel sería un reino de sacerdotes y una nación santa (19:6): Jehová era Rey. Como soberano, él indicaría cuándo partirían de un lugar y cuándo se quedarían; en todas sus etapas, la nube de Jehová estaba de día sobre el tabernáculo; y el fuego estaba allí de noche, a la vista de toda la casa de Israel (v. 38). Moisés le serviría de profeta (ver 7:1, 2) e intérprete de la ley; Aarón y sus hijos desempeñarían la función ceremonial de sacerdotes; el Decálogo serviría de constitución legal, y el Señor que los había redimido y los había llamado a sí mismo estaba presente para guiarlos y ser su Rey soberano.

De ser un pueblo esclavizado Dios los había convertido en una nación libre, en un pueblo peregrino en marcha hacia la tierra prometida, y el Señor peregrinaba con ellos. Años más tarde, con la desobediencia de la nación, el apóstol Juan volvió al tema y dijo que Dios no había fracasado en su propósito, sino que había puesto su tabernáculo entre nosotros en la persona de su Hijo: Y el Verbo se hizo carne y habitó (lit. "puso su tienda") entre nosotros, y contemplamos su gloria, como la gloria del unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad (Joh 1:14). Después dijo: La ley fue dada por medio de Moisés, pero la gracia y la verdad nos han llegado por medio de Jesucristo (Joh 1:17). ¡La gloria de Dios ha llenado el mundo, y el reino es de él para siempre!

Verdades prácticas

1. La presencia del Dios viviente da significado a la vida. Dios no promete una vida fácil, ni riquezas materiales; no promete el éxito en el mundo, ni el aplauso de los hombres. En contraste, promete una bendición mucho mayor, la cual es su eterna presencia viviente con los suyos (Mat 28:20).

2. En la construcción del tabernáculo no había ninguna separación entre lo sagrado y lo secular. Los artesanos que diseñaron y construyeron el tabernáculo estaban llenos del Espíritu de Dios. Las ofrendas y el trabajo de todos hizo posible la construcción. Así, toda labor emprendida para la gloria de Dios es sagrada ante sus ojos; y todos, pastores y laicos, deben trabajar juntos para extender su reino.

3. La experiencia de adoración pura hacía real la presencia de Dios entre los suyos. Por medio del culto se alimenta, se sostiene y se afirma la realidad de la presencia de Dios. Por medio de conmemorar los hechos divinos en la historia y en la vida de uno se renuevan los vínculos del pacto y la dedicación hacia el Señor, el autor de la redención. Para que la adoración sea eficaz y duradera, un día apartado y un lugar apropiado para ella son elementos indispensables para mantenerla.

4. La presencia de Dios con su pueblo nómada en el desierto es una promesa de su presencia en la vida nómada moderna. Hoy hay una nueva ola de personas nómadas arrojadas al desierto de la vida. Son personas desconectadas de su pasado que buscan soluciones a sus problemas o una mejoría de su condición socioeconómica. Como nómadas modernos, ¿cómo hemos de comportarnos? ¿Haremos nuestros dioses propios, nuevos becerros de oro? O ¿descubriremos de nuevo la presencia de Dios aun en medio de nuestras andanzas por nuestro desierto? ¿Andaremos con Dios o andaremos solos? El Dios que viaja con los suyos espera nuestra respuesta.




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Comentario Bíblico Mundo Hispano

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