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Hechos 4 - Comentario Bíblico de Matthew Henry vs Mundo Hispano

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Hechos 4

Hechos 4 - Introducción

Pedro y Juan encarcelados. (1-4) Los apóstoles audazmente testifican de Cristo. (5-14) Pedro y Juan se niegan a ser silenciados. (15-22) Los creyentes se unen en oración y alabanza. (23-31) La santa caridad de los cristianos. (32-37)

Hechos 4:1-4

1-4 Los apóstoles predicaron por medio de Jesús la resurrección de los muertos. Incluye toda la felicidad del estado futuro; esto lo predicaron por medio de Jesucristo, que sólo se puede obtener por medio de él. Miserable es su caso, para quienes la gloria del reino de Cristo es una pena; pues como la gloria de ese reino es eterna, su pena será también eterna. Los siervos inofensivos y útiles de Cristo, como los apóstoles, han sido a menudo perturbados por su obra de fe y su trabajo de amor, cuando los hombres malvados han escapado. Y hasta el día de hoy no faltan casos en los que la lectura de las Escrituras, la oración social y la conversación religiosa se encuentran con ceños fruncidos y controles. Pero si obedecemos los preceptos de Cristo, él nos apoyará.

Hechos 4:5-14

5-14 Pedro, lleno del Espíritu Santo, quería que todos entendieran que el milagro había sido realizado por el nombre o el poder de Jesús de Nazaret, el Mesías, a quien habían crucificado; y esto confirmaba su testimonio de su resurrección de entre los muertos, que demostraba que era el Mesías. Estos gobernantes debían ser salvados por ese Jesús al que habían crucificado, o debían perecer para siempre. El nombre de Jesús se da a los hombres de toda época y nación, como el único por el que los creyentes se salvan de la ira venidera. Pero cuando la codicia, el orgullo o cualquier pasión corrupta gobierna en el interior, los hombres cierran los ojos y el corazón, en enemistad con la luz; considerando a todos como ignorantes e indoctos, que no desean saber nada en comparación con Cristo crucificado. Y los seguidores de Cristo deben actuar de manera que todos los que conversen con ellos, tomen conocimiento de que han estado con Jesús. Eso los hace santos, celestiales, espirituales y alegres, y los eleva por encima de este mundo.

Hechos 4:15-22

15-22 Todo el cuidado de los gobernantes es que la doctrina de Cristo no se extienda entre el pueblo, pero no pueden decir que es falsa o peligrosa, o de alguna mala tendencia; y se avergüenzan de reconocer la verdadera razón: que testifica contra su hipocresía, maldad y tiranía. Aquellos que saben dar un justo valor a las promesas de Cristo, saben dar un justo desprecio a las amenazas del mundo. Los apóstoles miran con preocupación a las almas que perecen, y saben que no pueden escapar de la ruina eterna sino por medio de Jesucristo, por lo que son fieles en advertir y mostrar el camino correcto. Nadie gozará de paz mental, ni actuará con rectitud, hasta que haya aprendido a guiar su conducta por la norma fija de la verdad, y no por las cambiantes opiniones y fantasías de los hombres. Cuídate especialmente de un vano intento de servir a dos amos, Dios y el mundo; el resultado será que no podrás servir plenamente a ninguno de los dos.

Hechos 4:23-31

23-31 Los seguidores de Cristo se desenvuelven mejor en compañía, siempre que sea su propia compañía. Anima a los siervos de Dios, tanto al hacer el trabajo, como al sufrirlo, que sirven al Dios que hizo todas las cosas, y por lo tanto tiene la disposición de todos los eventos; y las Escrituras deben cumplirse. Jesús fue ungido para ser un Salvador, por lo que se determinó que debía ser un sacrificio, para hacer expiación por el pecado. Pero el pecado no es menos malo por el hecho de que Dios saque el bien de él. En tiempos de amenaza, nuestra preocupación no debe ser tanto la de prevenir los problemas, como la de seguir con alegría y valor en nuestro trabajo y deber. No piden, Señor, que nos alejemos de nuestro trabajo, ahora que se ha vuelto peligroso, sino, Señor, danos tu gracia para seguir con firmeza en nuestro trabajo, y no temer la cara del hombre. Aquellos que desean la ayuda y el estímulo divinos, pueden contar con ellos, y deben seguir adelante, y continuar, con la fuerza del Señor Dios. Dios dio una señal de aceptación de sus oraciones. El lugar fue sacudido, para que su fe fuera establecida e inamovible. Dios les dio mayores grados de su Espíritu; y todos fueron llenos del Espíritu Santo, más que nunca; por lo cual no sólo fueron alentados, sino capacitados para hablar la palabra de Dios con denuedo. Cuando ven que el Señor Dios los ayuda con su Espíritu, saben que no serán confundidos, Hechos 4:1.

Hechos 4:32-37

32-37 Los discípulos se amaban unos a otros. Este fue el fruto bendito del precepto moribundo de Cristo a sus discípulos, y de su oración moribunda por ellos. Así fue entonces, y así será de nuevo, cuando el Espíritu sea derramado sobre nosotros desde lo alto. La doctrina que se predicaba era la resurrección de Cristo; una cuestión de hecho que, debidamente explicada, era un resumen de todos los deberes, privilegios y comodidades de los cristianos. Había frutos evidentes de la gracia de Cristo en todo lo que decían y hacían. Estaban muertos a este mundo. Esta era una gran evidencia de la gracia de Dios en ellos. No quitaban los bienes de los demás, sino que eran indiferentes a ellos. No la llamaban suya, porque habían abandonado todo por Cristo, y esperaban ser despojados de todo por adherirse a él. No es de extrañar que tuvieran un solo corazón y una sola alma, cuando se sentían tan desprendidos de las riquezas de este mundo. En efecto, tenían todas las cosas en común; pues no había entre ellos ninguno que careciera, sino que se cuidaba de su abastecimiento. El dinero se puso a los pies de los apóstoles. En la distribución de la caridad pública debe tenerse mucho cuidado de que se dé a los necesitados, a los que no pueden procurarse el sustento por sí mismos; debe proveerse a los que se ven reducidos a la penuria por el bien hacer y por el testimonio de una buena conciencia. Aquí se menciona uno en particular, notable por esta generosa caridad; fue Bernabé. Como estaba destinado a ser un predicador del Evangelio, se desprendió de los asuntos de esta vida. Cuando tales disposiciones prevalecen, y se ejercen de acuerdo con las circunstancias de los tiempos, el testimonio tendrá un gran poder sobre los demás.


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Hechos 4

9. Pedro y Juan encarcelados, 4:1-4

En el libro de Los Hechos se presentan varias persecuciones de los cristianos, y es importante notar que cada grupo perseguidor poseía sus propios motivos para resistir el evangelio. Los saduceos, los fariseos, los herodianos y varios grupos paganos se oponían al movimiento cristiano, cada uno por diferentes razones. Más adelante de nuevo volveremos a considerar estos grupos dentro de su propio contexto.

Se nota que la primera persecución del movimiento cristiano fue iniciada por los saduceos y no de parte de un grupo gentil ni por el gobierno romano. Los primeros impedimentos o barreras en contra de la misión de la iglesia primitiva eran de origen religioso interno y no de fuera. Los saduceos constituían una minoría, sin embargo eran una aristocracia rica y de gran influencia tanto en el templo como en el gobierno. El milagro los molestó mucho por varias razones: en primer lugar, los saduceos resentían que los discípulos estaban enseñando como si fueran rabíes; en segundo lugar, no creían en la resurrección, que era uno de los énfasis en el mensaje de Pedro; en tercer lugar, y probablemente la causa principal de su intervención, trataban de mantener relaciones amistosas con los romanos para poder conservar sus riquezas, comodidad, prestigio y poder. El concepto de la resurrección significaba más para los judíos del primer siglo que para los cristianos de hoy. Para los judíos de aquel entonces significaba una catástrofe inminente y mundial, en la cual serían destruidos los poderes aquí en este mundo y el establecimiento milagroso de un nuevo orden.

Entonces, por eso, la palabra resurrección sugería revolución a los que favorecían el orden romano. Los saduceos no deseaban en absoluto que se perturbara el orden ya establecido. El gobierno romano era muy tolerante, pero actuaba sin misericordia ante los desórdenes públicos. Los saduceos concluyeron que si se permitía seguir adelante a los discípulos sin estorbarlos, habría caos y tumultos en la calle, con resultados desastrosos para su grupo. Por eso, decidieron terminar con esta propaganda inflamatoria antes de que creciera; y fue por esto que se arrestó tan rápidamente a Pedro y Juan. Este es uno de los grandes ejemplos de cómo un grupo de hombres, para mantener sus intereses creados, puede negarse a escuchar la verdad o a dejar que otros la escuchen (Barclay).

10. Pedro y Juan ante el Sanedrín, 4:5-22

Al día siguiente del arresto, aconteció que se reunió un tribunal compuesto de gobernantes, ancianos y escribas. Estos tres grupos constituían el Sanedrín, la corte suprema de los judíos. Este consejo superior compuesto de 71 miembros en recuerdo de Moisés y los 70 ancianos (comp. Num 11:16-17) tenía la autoridad no sólo religiosa, sino civil, hasta donde les permitía el gobierno romano. El grupo de gobernantes o sumos sacerdotes era el cuerpo representativo de la aristocracia sacerdotal, es decir, los saduceos. Los ancianos, el segundo grupo, eran los hombres respetados de la comunidad, y podían aportar una buena contribución en cuanto a los asuntos públicos. El tercer grupo era el de los escribas o doctores de la ley, pertenecientes en su mayoría a los fariseos. El presidente nato de este tribunal era el sumo sacerdote que en esta ocasión era Caifás (el mismo de la pasión de Cristo, Joh 18:13). Los dos hombres, Caifás y Anás, merecían el título de sumo sacerdote; Caifás (yerno de Anás) por ser el presidente actual, y Anás por ser el presidente emérito.

Pedro sabía que este grupo era el mismo tribunal que había sentenciado a Jesús a muerte, y que en este momento arriesgaba su vida. Sin embargo, Pedro fue audaz; estaba firme en que proclamaba una certeza verdadera. Nadie le podía quitar su fe en que Jesús había resucitado y estaba presente en esta obra poderosa. Su autoridad era el Cristo exaltado y no el Sanedrín. Aquí se ve una audacia valiente y calculadora que conoce el peligro y no se acobarda. Luego, esta firmeza de Pedro, impávida ante el Sanedrín, falló cuando surgió otro asunto: la cuestión de los gentiles en Antioquía de Siria (Gal 2:11-14).

El Sanedrín reconocía que Pedro y Juan habían estado con Jesús (v. 13), y esto produjo aun más desprecio por sus actividades. Consideraban a Pedro y Juan hombres sin letras e indoctos (v. 13). La palabra traducida sin letras significa que no tenían ninguna educación profesional, especialmente en las normas pedagógicas de la Ley. La palabra que se traduce indoctos significa que eran laicos sin ninguna calificación académica. Los consideraba hombres sin preparación superior y así sin autoridad legítima. La prueba más importante e incontrovertible del cristianismo es el cristiano mismo. A fin de cuentas las palabras no valen mucho. Solamente podemos afirmar el cristianismo al confrontar a los que nos rodean con evidencias innegables del carácter cristiano. El crimen inexcusable del Sanedrín era su mala gana en no querer confrontar las implicaciones de los hechos que no podían negar (v. 16). Pedro y Juan no podían dejar de hablar acerca de aquellas cosas que habían oído y visto personalmente. Determinaron ser fieles a su experiencia personal.

11. Oración de los discípulos amenazados,Gal 4:23-31

Una vez libres, los dos apóstoles comparten con sus hermanos lo que había sucedido. Al oírlo, todos a una elevaron su voz a Dios pidiéndole que les diera la fuerza de ser valientes en su confesión de Cristo, no obstante los peligros que les amenazaban por parte de los gobernantes judíos. La oración no sigue una fórmula de oración ya en uso, sino la de una invocación confeccionada por las circunstancias inmediatas. La introducción invoca a Dios como dueño de la historia, y expresa la confianza en que él es suficientemente poderoso para derrotar todos los ataques de los enemigos (Job 146:6; comp. Neh 9:6; Act 14:15; Act 17:24). Viene luego la reflexión tocante a la muerte violenta de Jesús, el cual fue ungido por Dios. Para cometer el crimen se juntan el rey Herodes, el procurador Poncio Pilato y sus soldados paganos con el pueblo judío (en la persona de sus líderes, vv. 27, 28). En efecto, Dios había profetizado ya por los escritos de David en el Salmo 2 (cita según la Septuaginta), la actitud hostil de estos hombres con poder en la tierra contra su Mesías.

Alfred Wikemhauser opina que la idea expresada aquí, el alboroto de los oficiales de la tierra y de sus pueblos de que habla el Salmo, se hizo realidad en los ataques de aquellos que condenaron a muerte a Jesús y de los que ejecutaron la sentencia. Esta referencia al sufrimiento de Jesús demuestra que los que así oran ven en la persecución que acaba de desencadenarse contra los apóstoles la continuación de la persecución por la que tuvo que pasar su Maestro (ver Mar 10:38; Luk 12:50; Mat 16:24). Cuando acabaron de orar, el lugar en donde estaban reunidos tembló, y todos fueron llenos del Espíritu Santo (v. 31). El Espíritu vindicó a estos discípulos quienes se habían liberado del Sanedrín. El Sanedrín los condenaba; el Espíritu los autenticaba.

12. La vida en común de los fieles,Mat 4:32-37.

Otra vez, Lucas nos presenta aquí una descripción sumaria de la vida del movimiento cristiano primitivo, una expansión del tema ya introducido en 2:44, 45, volviendo a insistir en la unidad fraternal de todos los fieles en que todas las cosas les eran comunes (v. 32). Frank Stagg sugiere que al estudiar estos dos pasajes (2:44, 45 y 4:32-36) debemos evitar dos errores: (1) La práctica de repartir bienes e intereses de parte del cristianismo primitivo no se debe confundir con el comunismo que crecía desde 1917 hasta 1990; y (2) a la vez, al diferenciarla de ese comunismo no se deben perder los grandes principios de la práctica. Este repartimiento cristiano tenía poco en común con el comunismo de hoy día, sin embargo sí tenía mucho que debe caracterizar a los cristianos de cualquier época.

Con una supuesta autoridad basada en estos versículos, se ha hablado de un comunismo de los primeros creyentes, deseando presentarlo como el precursor del comunismo socialista del siglo XX, pero equivocadamente. Los ejemplos de Bernabé y de Ananías y Safira (4:36, 37 y 5:1-11) que están aquí prueban e iluminan las frases de sentido general de estos pasajes, y demuestran que la propiedad privada no estaba abolida. Al contrario, todo creyente podía disponer con plena libertad de sus bienes y de los intereses que ellos produjeran (5:4). La fórmula todas las cosas les eran comunes (v. 32) no se lee ni en el AT ni en ninguna otra parte del NT. En ninguna parte se enseña o sugiere que los bienes de propiedad particular hubieran pasado al dominio del grupo entero.

Por lo demás, esa práctica parece que no pasó de un entusiasmo de corta duración, y no consta que se introdujo en otras iglesias fuera de Jerusalén. Después, desde luego, no se introdujo en las iglesias fundadas por Pablo (comp. 1Co 16:2), ni hubiera sido fácil adaptarla para dimensiones universales. Incluso en la iglesia de Jerusalén parece que no tuvo muy buenos resultados. Es muy posible que a eso se deba, por lo menos en parte, la pobreza general de la comunidad de Jerusalén, lo que luego obligó a Pablo a organizar frecuentes colectas a su favor (ver Act 11:29; Rom 15:25-28; 1Co 16:1-4; 2Co 8:1-9; Gal 2:10). Además, los primeros creyentes se reunían en casa de la madre de Juan Marcos hacia los años 42-44 d. de J.C. (Act 12:12), a la que por lo visto nadie reprochaba que se hubiera quedado con su propia casa. Sin embargo, sí se afirma que la solicitud inspirada por el amor fraterno llegaba a tal punto que ninguno reservaba para sí la propiedad de sus bienes, sino que ponía lo suyo a disposición de los necesitados.

Lo que parece, según Lorenzo Turrado, es que se encuentran aquí unos principios que apuntan hacia una asistencia social. Algunos cristianos —cuando la comunidad era todavía muy reducida— impulsados por el ejemplo de Cristo y los doce discípulos, que habían vivido de una bolsa común, pretendían seguir formando una comunidad parecida en consonancia además con las exhortaciones que frecuentemente había hecho el mismo Jesús de vender los bienes terrenos y dar su precio a los pobres, un asunto del que Lucas escribe mucho en su Evangelio, (Luk 3:11; Luk 6:30; Luk 11:41; Luk 12:33-34; Luk 14:13-14; Luk 18:22; Luk 19:8). En los resúmenes que Lucas hizo de la historia del movimiento cristiano temprano se ve como principio general lo que solamente era un caso ejemplar (Act 2:44-45; Act 4:34-35). Lucas quiere ayudar a sus lectores a contemplar allí un modelo y un ideal en donde habrán de inspirarse siempre las congregaciones cristianas. Los cristianos tienen que hallar allí la afirmación práctica de un principio que las condiciones ordinarias de la vida no permiten hacer pasar a hechos concretos. Tenían una sensibilidad intensa de responsabilidad el uno por el otro. Debemos notar una cosa de suma importancia: no fue resultado de la preservación de ninguna ley ni tampoco de la legislación de parte de un sistema de pensamiento teológicosociológico. Más bien fue totalmente espontáneo. En esta práctica se encuentran principios cristianos de tremenda importancia. La evangelización, especialmente en el libro de Los Hechos, enseña una cooperación voluntaria, no en base a una conformidad externa, sino más bien por una compulsión interna.

José, llamado Bernabé, se reconoce como uno de los grandes hombres en el movimiento cristiano temprano. Su acción al vender un campo y poner la ganancia a la disposición de los apóstoles representó lo mejor de la fraternidad cristiana. Nativo de Chipre (e instrumental en la expansión del evangelio a los griegos,Act 11:20-22), era hombre de alguna fortuna. igual que la madre de Juan Marcos, de quien era pariente (Col 4:10). El nombre Bernabé (que significa hijo de consolación( (v. 36), era merecido: Considerar cómo sostuvo a Pablo en Jerusalén cuando muy pocos hermanos estaban dispuestos a confiar en él (Col 9:26-27). Aquí Bernabé se menciona como ejemplo insigne, y más tarde va a cumplir un papel importante en el libro de Los Hechos.




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Comentario Bíblico de Matthew Henry

Autor: Matthew Henry, Traducido al castellano por Francisco la Cueva, Copyright © Spanish House Ministries | Unilit

Comentario Bíblico Mundo Hispano

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