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Jueces 1 - Comentario de Frederick Brotherton Meyer vs Mundo Hispano

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Jueces 1

Jueces 1:1-15

Renovando la conquista

Jueces 1:1

Se le había dado la tierra. No puede haber ninguna duda al respecto . En el antiguo pacto que Jehová había hecho con Abram, dijo: "A tu descendencia he dado esta tierra". Ver Génesis 15:18 . También había sido conquistada y dividida por suertes, como aprendemos en Josué 14:1 .

La porción de Judá se especifica en Josué 15:1 . Pero a pesar de todo, cada tribu tenía que poseer lo suyo, primero con la espada y finalmente con el arado y la pala.

No es suficiente tener la seguridad de que "somos bendecidos con todas las bendiciones espirituales en Cristo Jesús". Debemos poseer nuestras posesiones. Por fe, paciencia y uso diario, debemos apropiarnos de los recursos que están almacenados en Cristo Jesús. Ver Abdías 1:17 ; Efesios 1:3 . ¡No nos contentemos con los manantiales inferiores de la experiencia ordinaria, sino busquemos los manantiales superiores que surgen con fuerza junto al trono de Dios!

Edifica para ti mansiones más majestuosas, alma mía,

¡A medida que avanzan las rápidas estaciones! ...

Hasta que por fin seas libre,

¡Dejando tu caparazón pequeño junto al mar inquieto de la vida! "

Jueces 1:16-36

Marcando en su gran tarea

Jueces 1:16 ; Jueces 2:1

La conquista de Canaán fue muy parcial. Israel habitó entre los antiguos habitantes de la tierra, al igual que los normandos entre los anglosajones, a quienes encontraron en Inglaterra; y la mezcla de los dos pueblos fue el comienzo de la degeneración moral y el declive de la raza elegida. Dondequiera que existía la antigua fe en Dios, como en el caso de Caleb, la tierra estaba limpia de los cananeos; pero donde Dios estaba afuera , el cananeo estaba adentro.

Así sucede en la vida del alma. Se pretende que todo sea entregado a Cristo, que no reine ninguna pasión maligna, que ningún pecado que nos asedia cautive. ¡Pero cuántas veces los cristianos abandonan la lucha! Dicen que el viejo Adán es demasiado fuerte para ellos y se establecen en una ocupación conjunta. ¡No cedamos a razonamientos como este! El León de Judá puede romper todas las cadenas. ¡Por la fe en Él podemos ser más que vencedores! El Espíritu Santo lucha con la carne para que no hagamos lo que haríamos de otra manera. ¡Solo dale el derecho de paso! ¡El pecado no reinará en tu cuerpo mortal!


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Jueces 1

I. PRÓLOGO, 1:1-3:6

El prólogo está compuesto por dos partes. Ambas comienzan con la muerte de Josué y terminan con relaciones ilícitas con los cananeos. La primera parte narra y explica lo parcial de la conquista (1:1–2:5), y la segunda (2:6–3:6) presenta el ciclo de apostasía, opresión y liberación que se repite en seis de las historias de los jueces. En la primera parte Israel no echa a los cananeos; en la segunda, cosecha el fruto amargo de ese error.

1. Conquista parcial de la tierra: 1:1-2:5

Esta sección narra la conquista parcial tribu por tribu esencialmente desde el sur hasta el norte, y concluye con un evento (2:1–5) que explica por qué la conquista no fue más completa.

El verbo “subir” sirve como señal para marcar las divisiones principales. Se encuentra tres veces en 1:1–3. Luego la frase entonces subió Judá encabeza la sección de 1:4–21, sobre las conquistas en el sur de Canaán. De semejante manera 1:22–36, acerca de las conquistas en el norte, comienza con “también los de la casa de José subieron”. Finalmente 2:1–5, la evaluación de las “subidas” del capítulo uno, se introduce con “el ángel de Jehová subió”. Las tribus involucradas en la sección de 1:4–21 formarán el futuro reino de Judá, mientras que las de 1:22–36 pertenecerán al reino del norte (comp. 1 Rey. 12:19–21).

Unión vs. desunión El libro de Jueces presenta un período triste de desintegración nacional, de infidelidad a Jehová y de perversión espiritual. Una mirada casual no puede menos que observar cómo la población se agrupa en lo que llamamos tribus, sin ninguna cooperación entre ellas sino solo de nombre.

Esa condición nos evoca la proverbial historia del padre de familia que quiso dar a sus hijos una lección sobre la unidad que debía haber entre ellos. Los llamó y les dio un grupo de varas atadas entre sí, pidiéndoles que procuraran quebrarlas juntas. Cuando ninguno pudo, entonces desató las varas y les dio una vara a cada uno para que cada cual quebrara la suya. Cada uno la rompió fácilmente.

El padre les enseñó que desunidos ellos serían fácilmente derrotados pero que unidos serían invencibles. La historia de Israel habría sido muy diferente si hubieran permanecido unidos. El NT también nos previene del peligro que acarrean las facciones en la iglesia. Como pueblo de Dios cada iglesia debe presentar un solo frente como un solo cuerpo que es. Israel habría sido invencible, y la iglesia lo sería estando unida y dependiendo completamente de Dios.

La causa básica del desmembramiento de Israel fue haberse apartado de Jehová para servir a dioses paganos y seguir las costumbres de los pueblos a donde ellos llegaban. Dios les había advertido con mucha insistencia de no contaminarse con todas las cosas que hacían los pueblos de la tierra prometida, pero ellos olvidaron la advertencia (Deut. 18:9–14).

El líder es imprescindible 1:1, 3

Estos versículos revelan la importancia de que haya un líder que guíe, administre, corrija e inspire al pueblo. A raíz de la muerte de Josué, el pueblo todavía tenía la costumbre de consultar a Jehová antes de emprender una acción de gran importancia. También revelan el espíritu de cooperación que prevalecía entre las tribus reconociéndose como tribus hermanas. Más adelante, no habiendo un caudillo que tomara el lugar de Josué, todo se volvió desordenado y caótico. El pueblo veía todo esto y todavía no escarmentaba.



(1) Conquistas por las tribus del sur, 1:1–21.

a. Conquistas de Judá y Simeón, 1:1–20. Jueces comienza aparentemente ubicando los eventos del cap. 1 “después de la muerte de Josué”, pero el libro de Josué da la impresión de que algunos de ellos sucedieron en los tiempos de Josué (comp. 1:10–15, 20 con Jos. 15:13–19; 1:21 con Jos. 15:63; 1:27, 28 con Jos. 17:11–13; y 1:29 con Jos. 16:10). Algunos estudiosos ven aquí una contradicción entre Josué y Jueces. Otros creen que la frase mencionada no se refiere al cap. 1, sino al libro en general. Una tercera posibilidad es que en efecto los eventos de Jueces 1 sucedieron después de la muerte de Josué, ya que ninguno de los pasajes paralelos en Josué dice que el gran caudillo todavía vivía cuando los eventos ocurrieron. Esta explicación es la que presenta menos dificultades, aunque no es imposible que algunos de los versículos del cap. 1 se remonten a los días de Josué, así como 2:6–10 y 2:21–23.

La frase introductoria da por sentado que el lector está familiarizado con los eventos narrados en el libro de Josué. Israel se había apoderado de la tierra de Canaán (Jos. 11:16, 17). Sin embargo, todavía quedaban muchas ciudades por poseer (comp. Jos. 23:4, 5). Después de la muerte de Josué, entonces, cada tribu emprende la tarea de tomar posesión de las ciudades en su territorio (para la repartición de la tierra, ver Jos. 15–19).

Probablemente Israel hizo la consulta de 1:1 a través de un sacerdote en la presencia del arca del pacto (comp. 20:18, 26–28; 1 Sam. 22:9, 10, 15), tal vez utilizando el Urim y el Tumim (ver Núm. 27:21; 1 Sam. 28:6; y la nota sobre 1 Sam. 14:41). Jehová señala que Judá debe iniciar esta fase de la conquista (1:2). Tan segura es la promesa de victoria que Jehová la expresa en tiempo pasado, “he entregado” (comp. 3:28; 4:14; 7:9, 14, 15). Un tema resaltado en Jueces es que Jehová determina los resultados de los conflictos militares.

Judá y Simeón suben juntos (1:3) porque el territorio de Judá encierra las ciudades asignadas a Simeón (comp. Jos. 19:1, 9). De hecho, varias de ellas originalmente eran de la heredad de Judá (comp. Jos. 15:26–32 con 19:2–8). Judá y Simeón eran “hermanos” no solamente por ser tribus descendientes de Jacob, sino también por ser de la misma madre, Lea (ver Gén. 29:31–35).

Algunos eruditos opinan que las luchas de Judá y Simeón fueron parte de una invasión de Canaán desde la región de Arad en el sur. Vinculan esta invasión con el combate contra Arad en Números 21:1–3. Sin embargo, el orden de conquistas en 1:9–17 es desde el norte de Judá hacia el sur (el v. 16 implica lo mismo).

Las campañas de Judá se dividen en dos movimientos principales, el primero (1:4–8) introducido por “entonces subió Judá”, y el segundo (1:9–18) por “y después los hijos de Judá descendieron”. El punto eje es Jerusalén (1:8). En la Biblia todo viaje a Jerusalén es para arriba, y todo movimiento desde Jerusalén es para abajo. Esto refleja la topografía de Israel, pero aun más la importancia de Jerusalén, ya que “descender” se usa aun cuando el movimiento es de Jerusalén a un sitio de mayor elevación (por ejemplo, en 1:9, 10, de Jerusalén a Hebrón).

En la primera batalla, contra una alianza de cananeos y ferezeos, Jehová cumple la promesa del v. 2 (1:4). En Génesis los cananeos y los ferezeos se mencionan juntos en las regiones de Siquem (Gén. 34:30) y de Betel (Gén. 13:7) y en Josué se hallan en el norte de Israel (Jos. 11:1–3). Tal vez en estos pasajes los cananeos sean los habitantes de las llanuras, y los ferezeos de las montañas (comp. Núm. 13:29; Jos. 11:1–3; 17:15, 16), aunque en 1:1, 9 cananeo se refiere a todos los habitantes de Canaán. Algunos opinan que ferezeo significa “habitante de aldea sin muros”, ya que se asemeja mucho a la palabra heb. que tiene ese significado (ver. Deut. 3:5; 1 Sam. 6:18). Sin embargo, el uso de ferezeo en la Biblia sugiere que es un término étnico.

A la luz de la progresión de norte a sur en 1:8–17, Bezec probablemente estaba en el norte del territorio asignado a Judá. Difícilmente puede ser la Bezec en Manasés (ver 1 Sam. 11:8).

Después de resumir la batalla (1:4), el autor da más detalles sobre el rey enemigo (1:5–7). Adonibezec no era nombre personal, sino un título que significaba “señor de Bezec”. Adonibezec había de ser no solamente el rey de la ciudad de Bezec, sino también el líder de la coalición de cananeos y ferezeos (ver 1:7).

La mutilación de los reyes vencidos (1:6, 7) servía para humillarlos, incapacitarlos para huir o pelear, e infundir temor a otros enemigos. Tal vez también los incapacitaba para ser sacerdotes, ya que los textos ugaríticos indican que los reyes cananeos tenían funciones sacerdotales (comp. Gén. 14:18; Éxo. 29:20; Lev. 8:23, 24). Siglos después los atenienses también cortaron los pulgares de las manos a sus prisioneros de guerra, y Aníbal les cortaba los pulgares de los pies. Sin embargo, no hay evidencia de que Israel haya seguido esta costumbre fuera de 1:6. Probablemente mutilaron a Adonibezec porque lo merecía, conforme al principio de “ojo por ojo” (ver Éxo. 21:23–25; Deut. 19:21).

En efecto, Adonibezec reconoció en la mutilación la retribución divina por su propia violencia (1:7). Siendo pagano, no usa el nombre “Jehová”, sino solamente “Dios”. Sus palabras anticipan uno de los temas del libro: que aun en medio de la injusticia humana y la desobediencia a Jehová, Dios manifiesta su justicia (ver 9:23, 24, 56, 57; 11:27; y la exposición de 15:6). Las anécdotas en 1:6, 7, 14, 15, 23–26 anticipan temas relevantes en el desarrollo del libro.

El ejército de Judá llevó a Adonibezec mutilado a Jerusalén cuando fueron a pelear contra ella (1:7b). Era un personaje temido en Canaán (1:7a). Mostrarlo a los habitantes de Jerusalén como preso humillado fue una táctica de guerra psicológica.

Algunos eruditos opinan que la narración sobre Adonibezec es una versión distorsionada de la victoria sobre Adonisedec (ver Jos. 10:1–27). Por cierto los dos reyes tienen nombres semejantes, son líderes de una coalición militar, huyen de la batalla, son capturados después, y de alguna manera se relacionan con Jerusalén. Sin embargo, hay también diferencias: los nombres de los reyes, las ciudades donde reinan, los ejércitos israelitas contra los cuales pelean, y la forma en que mueren. Algunas de las semejanzas se deben al hecho de que los relatos de las batallas de Israel tienden a seguir un patrón tradicional: (1) un reporte breve de que la batalla se realizó, (2) una referencia a la derrota o huida de uno de los ejércitos, (3) una referencia a las muchas bajas del ejército derrotado y (4) un relato de la muerte de uno o más personajes importantes que pertenecían al grupo derrotado (ver 7:22–25; 1 Sam. 4:10, 11; 31:1–6; 2 Sam. 2:17–23; 18:6–18).

Individualismo pernicioso La experiencia nos dice que a veces los hijos olvidan las enseñanzas y costumbres en que los criaron sus padres, y llegan a la edad de adultos en que deben ser responsables por sí mismos. Pero entonces hasta se constituyen en afrenta del hogar.

Así pasó con el pueblo de Israel. Mientras vivieron Moisés y Josué no hubo crisis como las descritas en Jueces, a pesar de haber peregrinado por el desierto por tantos años. Estos dos paladines fueron como padres para Israel.

La generación con que se abre el libro de Jueces era nueva y no sabía de la provisión y protección de Dios con la gente del éxodo. Una vez que Moisés y Josué faltaron, el pueblo ignoró las advertencias de sus mayores e hicieron al contrario de lo que se les había advertido. Se desarrolló un individualismo extremo, quizá reclamando derechos humanos como aquellos pueblos, y cada cual hacía lo que mejor le parecía (17:6). Pero eso los debilitó porque Dios no se iba a quedar con los brazos cruzados dejándolos que hicieran como quisieran. El nombre de Jehová está en juego. Por eso Dios los castigó.

¿Cómo pedir consejos de Dios?

1. Por medio de las Sagradas Escrituras.

2. Por medio de un amigo sabio.

1. Isaías aconsejó a Ezequías.

2. Daniel aconsejó a Nabucodonosor.

3. Jeremías aconsejó a Zedequías.

3. Por medio de la oración.

En 1:9 la conquista del sur y oeste de Judá se resume en tres partes. “La región montañosa" al oeste del mar Muerto se extiende desde Jerusalén en el norte hasta Hebrón en el sur. El Néguev es la región semiárida de cerros bajos y llanuras enmarcada entre Hebrón y Cades-barnea. El nombre Sefela normalmente se aplicaba a la región de cerros bajos en el occidente de Judá entre la llanura costera y la región montañosa, pero aquí parece incluir la costa también. En Josué 15:33–47 también parece que las ciudades desde Ecrón hasta el mar (vv. 46–47) se consideran parte de la Sefela.

Después del resumen en 1:9 se relatan acontecimientos seleccionados de la conquista de las tres regiones: la región montañosa (1:10), el Néguev (1:11–17) y la Sefela (1:18).

La conquista de Hebrón y de los anaquitas se atribuye a Judá en 1:10, a Caleb en 1:20 y Josué 15:13, 14, y a todo Israel bajo Josué en Josué 10:36, 37 y 11:21. Probablemente después de la destrucción por Josué los cananeos y los anaquitas volvieron a habitar Hebrón. Luego la ciudad sería conquistada por Judá. Esta conquista sería la misma que se atribuye a Caleb, ya que él fue un líder de Judá (comp. Núm. 13:1–3, 6; 34:18, 19), y el v. 12 implica que dirigía la tribu en esta fase de la conquista.

Quiriat-arba significa “Ciudad de Arba”. Arba fue padre de los anaquitas (Jos. 15:13; 21:11) y su héroe más famoso (Jos. 14:15). Sesai, Ajimán y Talmai serían tribus o clanes de los anaquitas (así como Judá y Simeón lo eran de los israelitas), ya que los tres estuvieron en Hebrón por lo menos 40 años antes de la conquista por Caleb y Judá (Núm. 13:22).

La progresión de norte a sur en 1:8–17 sugiere que Debir (1:11) estaba al sur o sudoeste de Hebrón. Quiriat-séfer significa “Ciudad del Libro”, o, según la LXX, “Ciudad del Escriba”. Si Séfer fuera el nombre de un antiguo héroe, el nombre sencillamente significaría “Ciudad de Séfer” (comp. el nombre “Quiriat-arba”).

Caleb ofrece a su hija en matrimonio al conquistador de Debir, y Otoniel la gana (1:12, 13). Tal vez una razón por la cual una fracción del ejército pudo tomar la ciudad fue que todavía no se había recuperado de la destrucción por Josué (ver Jos. 10:38, 39; 11:21).

El hermano menor de Caleb (1:13; 3:9) no fue Quenaz, sino Otoniel. Si fuera Quenaz, no habría por qué mencionar que fue menor que Caleb. En cambio, este dato ayuda a entender por qué Otoniel se casa con alguien de la siguiente generación, y por qué no pereció en el desierto (no tendría todavía los 20 años cuando Israel pecó en Cades Barnea, ver Núm. 14:29, 30; 32:10–12). También indica que es un héroe inesperado, ya que no fue primogénito (ver también 3:9).

Si Otoniel es, entonces, hermano de Caleb e hijo de Quenaz, Quenaz debe ser el padre también de Caleb. Sin embargo, el padre de Caleb se llama Jefone (Núm. 13:6; 32:12; Jos. 14:6, 13, 14; 15:13; 1 Crón. 4:15) o Hesrón (1 Crón. 2:9, 18). Tal vez hijo de Quenaz significa “miembro del clan quenezeo”, el mismo clan de Caleb (ver Núm. 32:12; Jos. 14:6, 14). Es posible que en la genealogía común de los hermanos Caleb y Otoniel figuraran Quenaz, Jefone y Hesrón. Por alguna razón Caleb se recordaba en relación con Hesrón y Jefone el quenezeo, pero Otoniel como hijo/descendiente de Quenaz (ver 3:9; Jos. 15:17; 1 Crón. 4:13).

Acsa se casó con su tío. Levítico 18:6–18 prohíbe el matrimonio entre sobrino y tía, pero no entre tío y sobrina. Siglos más tarde los rabinos consideraban virtuosa esta clase de matrimonio.

Por la iniciativa de Acsa la pareja recibe de Caleb tierra y fuentes de agua (1:14, 15). La lectura “él la persuadió” (ver la nota) intenta armonizar el v. 14 con el v. 15. El heb. más bien dice que Acsa animó a Otoniel a pedir un terreno, tal vez como parte de la dote (v. 14a), y luego ella suplicó a su padre fuentes de agua también, ya que la tierra en el Néguev era árida (vv. 14b, 15).

El verbo traducido hizo señas se usa solamente en el v. 14, en el pasaje paralelo en Josué 15:18, y en 4:21, donde está vertido por “clavándola”. El significado “se bajó” (ver la nota) encaja bien en los tres pasajes. Favorece esta interpretación la preposición traducida “desde encima del”, la cual normalmente indica movimiento de un lugar a otro y se usa en la frase “descendió del camello” en Génesis 24:64.

En Jueces las mujeres —Acsa, Débora, Jael, la madre de Sísara, la mujer que mata a Abimelec, la hija de Jefté, la madre de Sansón, la esposa de Sansón, Dalila, la madre de Micaías, la concubina del levita— ocupan un lugar de preeminencia inusitada en la Biblia. Acsa se presenta al principio del libro como una mujer israelita ejemplar.

De hecho, no solo Acsa, sino también Otoniel y Caleb, se presentan como ejemplares, en contraste con las relaciones familiares, matrimoniales y sexuales a través del libro. Otoniel gana a Acsa conquistando tierra para su pueblo; los israelitas secuestrarán doncellas, matando a sus familiares (21:10–12, 20–23). Acsa inspira a Otoniel a una proeza militar; Débora, Jael y la mujer de Tebes tendrán que asumir papeles militares que corresponden a los varones (4:8, 9, 21; 9:53), Dalila traicionará al héroe militar, y las mujeres de Israel sufrirán la violencia militar de sus compatriotas (9:49; 20:48; 21:10, 11; 21:16). Emprendedora como su padre (comp. Jos. 14:12), Acsa consigue tierra y fertilidad para su marido; otras mujeres traerán pérdida y destrucción a sus varones (14:17–18; 16:4–21). Caleb da su hija a un israelita leal a Jehová (comp. 3:9, 10); otros padres casarán a sus hijos con paganas (3:5, 6; 14:3–20; comp. 16:1, 4). Caleb provee generosamente por su hija; otros israelitas oprimirán a las mujeres (11:34–40; 19:25–30).

El movimiento hacia el sur continúa en 1:16. El autor interrumpe la serie de conquistas para informar que los queneos habían subido (el heb. indica el tiempo pluscuamperfecto) con Judá de Jericó (comp. 3:13; Deut. 34:3; 2 Crón. 28:15). Esto implica que en 1:4 Judá también había partido de Jericó, o tal vez Gilgal, cerca de Jericó y el sitio del campamento de Israel en Josué 10:15, 43; 14:6. Los queneos se asentaron en la parte del Néguev cerca de Arad. Esta nota anticipa la intervención de la quenea Jael (comp. 4:11, 17–22). Sobre el queneo, suegro de Moisés, ver la exposición de 4:11.

En el sur Judá apoyó a Simeón (1:17), conforme a su promesa (comp. v. 3). Horma estaba en el territorio asignado a Simeón (Jos. 19:4). La raíz de Horma significa “anatema”, y el verbo traducido destruyeron es lit. “hicieron anatema”. Según la costumbre del anatema, Judá y Simeón dedicarían la ciudad a Jehová, consagrándole todos sus tesoros y destruyendo todo lo que vivía en ella (comp. Jos. 6:17–19; 1 Sam. 15:3). Dios había ordenado el anatema para evitar la contaminación con la idolatría cananea (ver Deut. 20:16–18). Durante la peregrinación en el desierto, Israel aplicó el anatema y el nombre “Horma” a la ciudad de Arad (ver Núm. 21:1–3), pero la Horma de nuestro pasaje antes se llamaba Sefat. Tal vez sea la misma Horma de Josué 12:14, ya que ese pasaje distingue entre Arad y Horma.

La lista de las tres ciudades en la llanura costera procede de sur a norte (1:18). Después de marchar por el centro de la tierra desde Bezec en el norte hasta el Néguev en el sur, Judá volvió al oeste y luego regresó hacia el norte por la costa.

El v. 19 resume los resultados de las campañas de Judá: dominio en las montañas, pero no en el valle. El valle incluiría la llanura costera, donde Judá había conquistado por lo menos tres ciudades (comp. v. 18). Evidentemente no pudo retener control sobre ellas, ya que posteriormente son ciudades filisteas (ver 3:3; 14:19; 16:1–3; 1 Sam. 5:10).

Tomó posesión y echar son traducciones del mismo verbo heb., el cual significa tanto “poseer” (v. 19a) como “desposeer” (v. 19b). Jueces 1:4–18 ha relatado las victorias de Israel, pero el v. 19 introduce el tema de la eliminación de los cananeos y la ocupación de la tierra después de las victorias. Este será el tema principal del resto del capítulo (ver el verbo echar en los vv. 20, 21, 27, 28, 29, 30, 31, 32 y 33).

Antes del v. 19b no se ha mencionado ninguna derrota. De manera que la nota negativa sorprende. También nos deja perplejos. ¿No podía Jehová vencer los carros con láminas de hierro (comp. 4:13–15)? ¿No pudo cumplir con la promesa del v. 2? El autor resolverá estas dudas en 2:1–5, pero no sin antes agudizar nuestra perplejidad, contando los fracasos de las otras tribus (1:21–36).

La sección sobre Judá concluye con una nota más acerca de la conquista de Hebrón (1:20). La nota hace memoria de la promesa de Moisés a Caleb (ver Deut. 1:34–36; Jos. 14:6–14). También contrasta con el v. 19 (y con el v. 20, ver abajo). Judá no pudo echar a los cananeos con carros de hierro, pero Caleb logró no solamente derrotar a los invencibles anaquitas (ver exposición del v. 10 y comp. Deut. 9:2), sino también expulsarlos. Esta nota cierra con broche de oro la sección sobre Judá, presentando a Caleb como la personificación máxima de los éxitos de esta tribu en la toma de su territorio.

No tenéis porque no pedís 15

Acsa se atrevió a pedir más de lo que su padre le ofreció. Además de recibir la tierra seca que le fue prometida, al pedir, recibió el terreno con las aguas, que representaba tierra de mayor valor.

b. Fracaso de Benjamín, 1:21. Hay también un contraste claro entre los vv. 20b y 21a. A diferencia de Caleb, Benjamín no pudo consolidar la victoria de 1:8, después de la cual los jebuseos volvieron a habitar Jerusalén. Lo que se dice de Benjamín aquí también se dice de Judá en Josué 15:63. Jerusalén estaba en la frontera entre las dos tribus (comp. Jos. 15:8; 18:16). Ni la una ni la otra logró echar a los jebuseos de allí.

Algunos piensan que el v. 21b implica que Jueces fue escrito antes de la conquista de Jerusalén por David (ver 2 Sam. 5:6–9), pero es más probable que significa que los jebuseos siguieron en Jerusalén aún después que David la tomó (ver 2 Sam. 24:16, 18). Antes de la conquista por David, los jebuseos vivían en medio de los benjamitas, en Jerusalén (comp. la expresión en el v. 29), pero solamente después de la conquista se podría decir que los jebuseos vivían con los de Benjamín en Jerusalén (comp. la expresión al final del v. 16).

(2) Fracasos de las tribus del norte, 1:22–36. Las palabras también, casa de José y subieron anuncian que 1:22 introduce la segunda sección principal del capítulo (comp. v. 4 y ver la introducción a 1:1–2:5). La repetición de la casa de José en 1:22, 23, 35 enmarca esta sección e indica su sujeto principal. La casa de José es específicamente Manasés y Efraín, los hijos de José (Jos. 17:17). Sin embargo, como estas tribus fueron las más fuertes del norte de Israel, la frase también se usa para todas las tribus del norte (ver Zac. 10:6). La narración acerca del sur (1:1–21) menciona solo dos fracasos (1:19b, 21). En contraste, el relato sobre el norte es casi totalmente negativo. No habla tanto de conquista como de coexistencia.

a. Fracasos de Manasés y Efraín, 1:22–29. Esta primera parte se refiere a la conquista de Betel por la casa de José (1:22–26), y luego a los fracasos de sus dos tribus: Manasés (1:27, 28) y Efraín (1:29).

Se menciona solamente una conquista de parte de las tribus del norte, la de Betel (1:22–26). A primera vista parece exitosa, pero en el fondo es todo lo contrario. Aunque el poder de Jehová estaba con la casa de José para darles victoria (1:22; comp. v. 19a), no confiaron en ese poder. Más bien, lograron la conquista a través de un pacto con un cananeo (1:24, 25). El texto dedica más espacio a este pacto que a la conquista en sí. La expresión heb. traducida tendremos misericordia de ti (v. 24) emplea lenguaje propio de un pacto; podría traducirse “haremos lealtad contigo”. Hay bastante similitud con la historia de Rajab, pero ella se convierte a Jehová (comp. Jos. 2:9–12; 6:25; Mat. 1:5; Heb. 11:31; Stg. 2:25). En cambio, el hombre aquí edifica otra Luz (1:26; comp. Jos. 6:26), otra ciudad cananea como la suya.

La conquista de Betel al inicio del relato de las campañas en el norte es paralela a la conquista de Bezec por Judá (1:4–7). Dentro de este paralelo hay dos contrastes importantes. Jehová dio victoria a Judá (1:4), pero la casa de José logró su triunfo mediante su pacto con el cananeo. Adonibezec fue sometido totalmente a Dios y Judá (1:6, 7), pero el hombre de Luz salió libre con todo su clan (1:25; la palabra traducida familia se refiere a un grupo más amplio que la familia nuclear) para perpetuar su cultura pagana y corrupta.

La casa de José cambiaría el nombre de Luz por Betel, ratificando así el nombre puesto por Jacob (ver Gén. 28:19; 35:6; 48:3). Josué había derrotado al rey de Betel en batalla (ver Jos. 8:17; 12:16), pero el libro de Josué no menciona que la ciudad fuera tomada. No debemos pensar que el nombre Luz signifique “luz” en castellano, sino “almendro”.

La palabra traducida por favor no implica que los espías cortésmente hayan suplicado un favor (1:24). El hombre estaba amenazado de muerte si no revelaba la información. La entrada de la ciudad no sería la puerta, cuya ubicación los espías hallarían fácilmente. Más bien, preguntaron cómo y dónde podrían entrar en la ciudad para conquistarla. En Jueces las victorias de Ehud, Jael, Gedeón, Abimelec, los enemigos de Sansón y el ejército de Israel que peleó contra Benjamín también resultan de alguna estrategia astuta.

El sitio de la nueva Luz es desconocido. La tierra de los heteos era propiamente Asia Menor, pero podría incluir también el norte de Siria, subyugado por los heteos.

El relato sobre Manasés (1:27, 28) comienza y concluye diciendo que esta tribu no echó a los cananeos de su territorio. Las ciudades que no poseyó (1:27) estaban en Isacar y Aser, pero en algún momento habían sido asignadas a Manasés (ver Jos. 17:11). Eran sitios estratégicos, ya que separaban a Galilea del resto de Israel y controlaban las rutas comerciales que pasaban por el valle de Jezreel (comp. exposición de 4:9–13). Así como Judá (1:19), Manasés no tuvo éxito militar en el valle. Las aldeas de cada ciudad eran los pueblos cercanos sin muros. En tiempos de peligro sus habitantes huían a la ciudad amurallada.

Posteriormente Israel logró someter a los habitantes de estas ciudades a trabajos forzados (1:28), una práctica cananea mencionada en los textos ugaríticos. Al decir que Israel sometió a los cananeos, es posible que el texto aluda a David y Salomón (ver 1 Rey. 4:12; 9:20, 21). Sin embargo, los vv. 33 (en el heb.) y 35 indican que fueron las tribus quienes impusieron el tributo laboral. En 2:2 se refuerza esta impresión (ver la exposición allí). La presencia de las ciudades cananeas habrá influido en la idolatría de Israel, y la asimilación de los cananeos subyugados en las tribus del norte habrá contribuido al sincretismo religioso siglos después en el reino del norte.

Gezer (1:29) también era un sitio estratégico, controlando la carretera de la planicie costera a Jerusalén a través del valle de Ajalón. Israel nunca conquistó esta ciudad, pero fue incorporada a la nación cuando el faraón la dio a Salomón (ver 1 Rey. 9:16).



Desobediencia costosa En los vv. 19, 21, 27–35 se presenta una lista de fracasos del pueblo de Israel.

Aunque por alguna razón no se mencionan las tribus de Rubén, Simeón, Gad ni Leví, el v. 28 posiblemente las incluye a todas empleando el término inclusivo de Israel. La implicación lógica es que, en términos generales, las doce tribus eventualmente se acomodaron a convivir con los moradores de aquellos lugares que eran paganos.

Estos versículos nos presentan un cuadro trágico de la vida de Israel. Dios les había prometido la tierra diciéndoles que toda tierra que pisara la planta de sus pies sería suya (Deut. 11:24; Jos. 1:3), pero que también ellos deberían hacer su parte desalojando a los habitantes paganos. Dios así también obra con nosotros, nos hace algunas promesas pero no nos deja que nos quedemos sentados sino que tenemos que hacer nuestra parte que muchas veces es dificultosa y costosa.

Obedecer lo que Dios manda a veces es costoso, pero no obedecer es infinitamente más costoso. Esa fue la lección que aprendió Israel al ocupar la tierra prometida. Dios le ordenó desalojar a los moradores de Canaán en su totalidad y ellos no lo hicieron quizá por lo costoso.

No desalojarlos les fue mucho más costoso porque a pesar de someter a algunos pueblos para que les fueran tributarios, al fin de cuentas vivieron asediados por ellos por siglos en un estado de amenaza, incertidumbre y continuos ataques, en vez de prosperidad y progreso.





b. Fracasos de Zabulón, Aser, Neftalí y Dan, 1:30–36. El movimiento sigue hacia el norte. Quitrón y Nahalal en Zabulón (1:30) son sitios desconocidos, así como Bet-semes (“Templo del Sol”) y Bet-anat (“Templo de Anat”) en Neftalí (1:33). Las siete ciudades no conquistadas por Aser (1:31) estaban en la costa, y llegaron a ser ciudades fenicias.

Parece que Aser y Neftalí tuvieron aun más problemas que las tribus mencionadas con anterioridad, ya que 1:32, 33 no dice que los cananeos habitaron en medio de ellos (ver, en contraste, 1:21, 27, 30), sino viceversa. Tampoco se menciona que Aser haya sometido a los cananeos a tributo laboral (comp. 1:28, 30, 33). Los cananeos de estas regiones norteñas someterían por completo a los israelitas en los tiempos de Débora (ver 4:2–3).

Sin embargo, la tribu que menos logró en la conquista fue Dan (1:34, 35). Su territorio estaba mayormente en la llanura costera y en el valle de Ajalón (Jos. 19:40–46). Dan no tuvo más éxito en las llanuras que Judá (1:19), Manasés (1:27) y Efraín (1:29). No se sabe la ubicación del monte Heres, pero Ajalón y Saalbín estaban en el valle de Ajalón. Así, los amorreos controlaban una parte de la ruta entre la costa y la región montañosa (ver exposición del v. 29) e impedían la comunicación entre Judá y las tribus del norte. Amorreos puede referirse a un grupo étnico en Canaán (comp. 3:5; Núm. 13:29) o a los cananeos en general (comp. Jos. 24:15).

La casa de José subyugaría a los amorreos después que los danitas habían emigrado al norte (1:35; comp. 18:1–31).

Al dejar a Dan por último el autor rompe con la progresión geográfica de sur a norte. Por cierto Dan llegará a ser la tribu más norteña de todas (ver 18:1–31; Jos. 19:47), pero 1:34, 35 habla del territorio al occidente de Benjamín (ver Jos. 19:40–46). El autor ha guardado a Dan hasta el final como el ejemplo mayor del fracaso de las tribus en la conquista. Hay una progresión descendente en 1:22–36: (1) la casa de José conquistó Betel pero dejó libre un clan cananeo para reconstruir su cultura en otro lugar (1:22–26); (2) los cananeos siguieron viviendo entre tres tribus (1:27–30); (3) dos tribus vivieron entre los cananeos (1:31–33); (4) los amorreos no permitieron a los danitas vivir entre ellos (1:34).

La sección sobre las tribus del norte concluye con una nota (1:36), así como la sección sobre Judá (ver 1:20). Para sorpresa nuestra, la descripción de la frontera de los amorreos no corresponde al valle de Ajalón, sino a la frontera sur de Israel con Edom (comp. Núm. 34:1–5; Jos. 15:1–4). Se cree que la cuesta de Acrabim (“Escorpiones”) es un paso entre la región al sur del mar Muerto y Beerseba, y Sela (“Roca”) puede ser una roca cerca de Cades-barnea (Núm. 20:8–11) o una fortaleza edomita (2 Rey. 14:7). Según Deuteronomio 1:44 esta región fue habitada por amorreos antes de la conquista. Entonces, la nota irónicamente llama a la frontera de Israel frontera de los amorreos, así recalcando que Israel no ha echado a los cananeos/amorreos de la tierra (comp. exposición de 21:12). Como habla de la frontera sur, da a entender que ni siquiera Judá, con todos sus éxitos en 1:1–20, ha purificado a su tierra de la influencia cananea (comp. 6:10; Gén. 15:16; Jos. 24:15). Mucho menos las tribus del norte.




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Comentario Bíblico Mundo Hispano

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