x

Biblia Todo Logo
idiomas
Bibliatodo Comentarios





«

1 Corintios 1 - Comentario Crítico y Explicativo Conciso vs Mundo Hispano

×

1 Corintios 1

CAPITULO 1

EL ENCABEZAMIENTO; HACIMIENTO DE GRACIAS POR EL ESTADO ESPIRITUAL DE LA IGLESIA DE CORINTO; CENSURA EN CONTRA DE LAS DIVISIONES POR PARTIDOS; SU PROPIO METODO DE PREDICAR SOLO A CRISTO.

1. Pablo, llamado a ser apóstol.—El vocablo “llamado” se halla en algunos, no en todos los manuscritos más antiguos. Posiblemente fué insertado de Romanos 1:1; pero puede muy bien ser genuino. Se traduce lit: “un apóstol llamado.” [Conybeare y Howson.] por la voluntad de Dios—No a causa de su propio merecimiento. Así pues, el llamamiento de Pablo como “apóstol por la voluntad de Dios,” aunque constituye la base de su autoridad al escribir a la iglesia de Corinto (comp. Gálatas 1:1), es motivo de humildad de su propia parte (cap. 15:8, 10). [Bengel]. Al asumir el oficio ministerial uno debiera estar seguro de que no lo hace de su propio impulso, sino por la voluntad de Dios (Jeremias 23:21); Pablo, de su propia voluntad, nunca hubiera sido apóstol (Romanos 9:16). y Sóstenes—Véase la Introducción. Pablo lo asocia consigo en el encabezamiento ya sea por modestia, ya que Sóstenes era su inferior [Crisóstomo], o a fin de que el nombre de un “hermano” de renombre de Corinto (Hechos 18:17) diese más valor a su epístola y para demostrar, en oposición a sus detractores, que él gozaba el apoyo de hermanos de renombre. Galión había arrojado del tribunal a los judíos que acusaron a Pablo. La turba griega, que odiaba a los judíos, aprovechó la oportunidad para herir a Sóstenes, el prepósito de la sinagoga, mientras Galión contemplaba sin intervenir, complacido para sus adentros de que la turba así secundara el odio que él tenia a los judíos. Pablo probablemente en esta ocasión demostró simpatia hacia un adversario en aflicción, lo que resultó en la conversión del mismo. Así también Crispo, el arquisinagogo anterior, se había convertido. Saulo, el perseguidor convertido en Pablo el apóstol, y Sóstenes, el que antes había sido jefe de la persecución contra aquel apóstol, fueron dos trofeos de la gracia divina que, lado a lado, apelarian con doble autoridad a la iglesia de Corinto. [Birks].

2. A la iglesia de Dios—Pablo la llama así, no obstante sus muchas manchas. Fanáticos y sectarios vanamente piensan anticipar la separación final del trigo y la cizaña (Mateo 13:27). “Es una tentación peligrosa pensar que no existe iglesia donde no haya perfecta pureza. El que así piensa, debe separarse de todo cristiano y considerar que es el único hombre santo del mundo, o establecer una secta particular con unos pocos hipócritas. Para que Pablo reconociera a los corintios como iglesia, era suficiente el ver entre ellos practicada la doctrina evangélica, el bautismo, y la Cena del Señor.” [Calvino]. Era la iglesia de Dios, no de éste ni de aquel jefe favorito. [Crisóstomo]. en Corinto—una iglesia en la disoluta Corinto—¡Qué paradoja tocante a la gracia! santificadosconsagrados, o apartados como santos a Dios en (por la unión con) Cristo Jesús. llamados santos—Es decir, santos de vocación. Este término era usado por Pablo al referirse a todos los miembros profesos de la iglesia. Por cuanto “santificados en Cristo”, infiere la fuente de la santidad, que es la santificación original del creyente en Cristo (cap. 6:11; Hebreos 10:10, Hebreos 10:14; 1 Pedro 1:2) en los propósitos de la gracia de Dios, “llamados santos” se refiere a su llamamiento efectivo (Romanos 8:30), y la finalidad de esa vocación, de que fuesen santos (1 Pedro 1:15). y a todos los que invocan el nombre de … Jesucristo—La epístola fué dirigida tanto para éstos como para los corintios. Esta es la verdadera iglesia católica (término empleado primero por Ignacio, ad Smyrnaeos, c. 8); la que no se compone de los que se llaman de Pablo, ni de Cefas, ni de ningún otro eminente adalid (v. 12), sino de todos aquellos que, estén donde estuvieren, invocan a Jesús por Señor suyo en sinceridad (véase 2 Timoteo 2:22). Además se sugiere una unidad general de disciplina y de doctrina en las varias iglesias en el cap. 4:17; 7:17; 11:16; 14:33, 36. El culto que se debe rendir a Dios aquí se atribuye a Jesús (comp. Joel 2:32; Mateo 4:10; Hechos 9:14). de ellos y nuestro—Es decir, “en todo lugar que sea el domicilio suyo y el nuestro también.” Estas palabras se añaden para incluir a los cristianos por toda la Acaya, que no residían en Corinto la capital (2 Corintios 1:1). Pablo considera como suyo el hogar de sus convertidos. Compárese una frase similar, Romanos 16:13. [Conybeare y Howson]. “Nuestro” se refiere a Pablo y a Sóstenes, y al hogar de los corintios. [Alford]. Beza explica mejor: “tanto el Señor suyo como el nuestro.” Todos los creyentes tienen uno y el mismo Señor (cap. 8:6; Efesios 4:5); una censura virtual de las divisiones entre los corintios, como si Cristo estuviese dividido (v. 13).

3. paz—que hacía muchísima falta en aquella iglesia, a causa de las disensiones. Sobre este versículo véase Romanos 1:7.

4. Expresa al principio los motivos de alabanza y de esperanza, a fin de no desanimarlos con la reprensión que sigue, y para poder apelar a los buenos sentimientos de ellos. Gracias doy a mi Dios—(Romanos 1:8; Filipenses 1:3.) siempre—(comp. Filipenses 1:4). por la gracia … que os es dada (comp. v. 7.) en Cristo Jesús—a vosotros como miembros en Cristo.

5. en toda lenguagriego, “logos”. Alford con Menoquio traduce: “doctrina.” Sois enriquecidos por los predicadores o por la predicación de la palabra, y en toda ciencia—en el conocimiento o comprensión de ella: lit: (la) palabra (predicada). El apóstol, pensando extenderse luego y reprenderlos por el abuso de aquellos dones de los cuales más se jactaban los corintios, es decir, el habla (lenguaje) y el conocimiento (comp. cap. 1:20; 3:18; 4:19; caps. 13 y 14), primero se granjea la buena voluntad de ellos felicitándolos por poseer estos dones (Véase 2 Corintios 8:7).

6. Así como el testimonio de [o acerca de] Cristo (quien es tanto el objeto como el autor de este testimonio [Bengel]; cap. 2:1; 1 Timoteo 2:6; 2 Timoteo 1:8) ha sido confirmado en (entre Alford) vosotros—Esto es, por Dios, por medio de mi predicación, y de los milagros que la acompañaban (cap. 12:3; Marco 16:20; 2 Corintios 1:21; Gálatas 3:2, Gálatas 3:5; Efesios 4:7; Hebreos 2:4). Dios confirmó (comp. Filipenses 1:7; Hebreos 2:3), o hizo efectivo el evangelio entre (o mejor, como la versión inglesa: “en”) los corintios al haberlo aceptado y puesto su sello a la verdad del mismo, por el poder interno del Espíritu de Dios, y por los dones y milagros externos que lo acompañaron. [Calvino].

7. nada os falte—no sois inferiores a los demás cristianos de cualquier lugar. [Grocio]. en ningún don—No que todos tuviesen todos los dones, sino que había entre ellos personas con diferentes dones (cap. 12:4, etc.) esperando la manifestación de … Jesucristo—Esta era la prueba culminante de que “no carecían de don alguno”. La fe, la esperanza y el amor, o todos los dones practicaban, aguardándolo (2 Timoteo 4:8; Tito 2:13). “Dejando para otros el MEMENTO MORI (acuérdate de la muerte), alienta tú esta gozosa expectación de la venida del Señor.” [Bengel.] El verbo griego expresa la idea de “aguardar constantemente, no por un tiempo determinado, sino hasta el fin, hasta que acontezca el evento esperado”. (Romanos 8:19). [Titm., Sinónimos.]

8. El cual—Dios, v. 4 (no Jesucristo, v. 7: en tal caso sería “en su día”). os con firmará hasta el fin—A saber, hasta “la venida del Señor Jesucristo.” sin falta en el día de … Jesucristo—(1 Tesalonicenses 5:23.) Después de aquel día no habrá peligro (Efesios 4:30; Filipenses 1:6). Ahora es nuestro día para trabajar. y el día del enemigo para probarnos: entonces será el día de Cristo, y de su gloria en los santos. [Bengel].

9. Fiel es Dios—a sus promesas (Filipenses 1:6; 1 Tesalonicenses 5:24). por el cual sois llamados—conforme al propósito de Dios (Romanos 8:28). a la participación de su Hijo—Para ser coherederos con Cristo (Romanos 8:17). como él, hijos de Dios y herederos de la gloria (Romanos 8:30; 2 Tesalonicenses 2:14; 1 Pedro 5:10; 1 Juan 1:3, Joel 1:3). Crisóstomo observa que el nombre de Cristo se menciona más a menudo en esta epístola que en ninguna otra, pensando el apóstol así substraerlos de la admiración partidista que sentían por sus enseñadores particulares a fin de que fijaran su vista sólo en Cristo.

10. Os ruego pues—Ya tenéis el conocimiento, el don de la palabra, y la esperanza; mantened también el amor. hermanos—El mismo título es un argumento en pro del amor. por … Jesucristo—Es el deseo de Pablo que Cristo sea el todo en todas las cosas para los corintios, y por tanto lo nombra tantas veces en este capítulo. que habléis todos una misma cosa—que no habléis cosas diversas como lo hacéis (v. 12) en el espíritu de discordia. que no haya … disensiones—cismas, lit., hendiduras, brechas. antes seáis perfectamente unidos—Lo opuesto a “disensiones.” El vocablo que aquí se usa tiene referencia a la herida que sana, o el hecho de remendar una rotura. en una misma mente … parecer—Es decir, en el criterio de los entendidos, y en la decisión práctica que se adopta [Conybeare y Howson], en cuanto a lo que se debe hacer. La mente tiene relación con lo que se debe creer interiormente; el parecer, juicio o criterio, se demuestra exteriormente en las cosas que se llevan a la práctica. [Bengel.] Alford opina que se trata de la disposición y la opinión.

11. (cap. 11:18.) me ha sido declarado … por los … de Cloé—Quienes parecían gozar de la intimidad de Pablo así como la de los corintios. Estos “escribieron al apóstol (cap. 7:1) preguntándole acerca de ciertos asuntos: el matrimonio, las comidas ofrecidas a ídolos; del decoro que debían observar las mujeres en el culto. Pero nada habían dicho de las enormidades y los desórdenes que se habían infiltrado entre ellos. Esa noticia llegó a Pablo por otros medios. Por tanto, su lenguaje tocante a estos males es: “Porque me ha sido declarado …” “Se oye decir” comúnmente (cap. 5:1, 2). Todo esto dice Pablo antes de referirse a la carta de ellos, lo que da a entender que no se informó de aquellos males por medio de dicha carta, lo cual es una prueba impensada de su genuinidad. [Paley, Horae Paulinae.] Nótese su prudencia: nombra a la familia, para que se supiese que no hacía su alegación sin autoridad: no nombra los individuos, por no excitar el odio en contra de ellos, sino insinúa tácticamente que la información debía haber llegado a él directamente de parte de los presbíteros, así como le habían consultado sobre asuntos de menor importancia. que hay entre vosotros contiendas—palabra no tan severa como “disensiones,” lit., cismas (v. 10).

12. Quiero decir—por la palabra “contiendas” (v. 11). que cada uno de vosotros dice—individualmente, “gloriándose en los hombres” (v. 31; cap. 3:21, 22): “Yo soy de Pablo”; Yo soy de Apolos,” etc. No que formasen partidos determinados, sino que individualmente demostraban el espíritu de partido en las contenciones bajo el nombre de maestros favoritos. Pablo rehusaba ser adulado por aquellos que usaban su nombre en los partidos, no haciéndose así cómplice en la deshonra hecha a Cristo Estos probablemente eran de los convertidos bajo su ministerio. Los que favorecían el nombre de Apolos, sucesor de Pablo en Corinto (Hechos 18:24, etc.). eran los atraídos por su estilo retórico (probablemente adquirido en Alejandría, cap. 3:6), en contraste con la “presencia corporal flaca, y la palabra menospreciable” (2 Corintios 10:10) del apóstol. Apolos, sin duda, no alentó voluntariamente este espíritu de indebida preferencia (cap. 4:6, 8); antes, para impedirlo, se negó a repetir su visita allá en aquel entonces (cap. 16:12). y yo de Cefas—Probablemente judaizantes, que se cobijaban bajo el nombre de Pedro, el apóstol de la circuncisión (Cefas es el nombre hebreo, Pedro, el griego; Juan 1:42; Gálatas 2:11, etc.): los asuntos tratados en los caps. 7-9 fueron sugeridos acaso por ellos como asuntos dudosos. La iglesia allí tuvo su origen en la sinagoga judía, siendo de los convertidos Crispo el arquisinagogo, y Sóstenes (probablemente) su sucesor. De allí pues que se perciba alguna levadura judaica, pero no tanta como en otras partes (2 Corintios 11:22). El petrismo se originó más tarde y con más vigor, en Roma. Si no era correcto el jactarse diciendo: “Yo soy de Pedro,” cuánto más incorrecto sería decir “Yo soy del Papa”. [Bengel.] y yo de Cristo—Un pretexto pasable, para menospreciar el ministerio de Pablo y de sus demás enseñadores (cap. 4:8; 2 Corintios 10:7).

13. ¿Está dividido Cristo?—En varias secciones (bajo diferentes jefes). [Alford.] La unidad de su cuerpo no ha de ser cortada en pedazos, como si el todo no fuese de una sola Cabeza. ¿Fué crucificado Pablo por vosotros?—En el griego la interrogación requiere una respuesta negativa muy fuerte: “¿Acaso fué Pablo quien fué crucificado por vosotros? (seguramente no diréis semejante cosa)”. En la primera pregunta la majestad de “Cristo” (el Ungido de Dios) indica la imposibilidad de que él sea “dividido.” En la segunda, la insignificancia de Pablo indica la imposibilidad de ser él la cabeza de la redención, ya que él no había sido “crucificado por ellos,” ni había dado su nombre a los redimidos. Esto que se aplica a Pablo, el fundador de la iglesia de Corinto, es igualmente aplicable a Cefas y a Apolos, que no tenían tal título con respecto a dicha iglesia. ¿o habéis sido bautizados—La cruz nos reclama para Cristo como redimidos por él; el bautismo, como dedicados a él. en el nombre de Pablo?—el griego “eis”: “dentro del nombre” (Gálatas 3:27), denotando la idea de unificación simbolizada por el bautismo.

14. Doy gracias a Dios porque en su providencia ordenó todas las cosas de tal modo que yo no bautizara a ninguno de vosotros salvo a Crispo (el antes presidente de la sinagoga, Hechos 18:8) y a Gayo (escrito “Cayo” por los romanos, quien hospedó a Pablo en Corinto, así como a toda la iglesia, Romanos 16:23; siendo pues persona de buena posición social). El oficio de bautizar tocaba a los diáconos (Hechos 10:48) más bien que a los apóstoles, cuyo oficio era el de establecer las iglesias y dirigirlas de una manera general. Los diáconos tenían mejor oportunidad para dar la necesaria instrucción preparatoria para el bautismo. Crispo y Gayo, etc., fueron probablemente de los primeros convertidos, y por tanto fueron bautizados por Pablo mismo, el que fundó la iglesia.

15. Para que ninguno diga … etc.—No que Pablo tuviese esta finalidad al principio; sino que Dios dispuso de modo que nadie dijese esto. [Alford.]

16. bauticé la familia de Estéfanas—“Las primicias de Acaya,” o sea, de los primeros convertidos allí (cap. 16:15, 17). Es probable que tales “familias” incluyesen párvulos (Hechos 16:33). La historia de la iglesia favorece esta opinión, puesto que el bautismo infantil era el uso desde tiempos muy prístinos. (Nota del Editor: Esta opinión está de acuerdo con las denominaciones que practican el bautismo infantil, pero en realidad no hay nada que indique que en la ocasión que nos ocupa hayan bautizado a párvulos.)

17. S. Pablo no dice esto para menospreciar el bautismo, porque lo ensalza grandemente (Romanos 6:3). El bautizó a algunos de los primeros convertidos; y hubiera bautizado a otros más; pero la obra peculiar suya y de los apótsoles era predicar el evangelio, fundar por su testimonio ocular las iglesias particulares, y cuidar de ellas en lo general. no me envió Cristolit., como apóstol. a bautizar—ni en el nombre de Cristo, mucho menos en el mío propio. sino a predicar … no en sabiduría de palabras—o de lenguaje. El raciocinio filosófico destacado por el lenguaje oratorio y por la erudición secular, era cosa que los corintios evaluaban en demasía (v. 5; cap. 2:1, 4) en Apolos, la falta de lo cual en Pablo les desagradaba (2 Corintios 10:10). porque no sea hecha vana la cruz de Cristo—Es decir, para que no sea menospreciada la suma y la substancia del evangelio (v. 23; cap. 2:2): el Cristo crucificado, (Romanos 4:14) por hombres que estiman en más la lógica y la elocuencia humanas de la predicación evangélica, que el evangelio mismo del Cristo crucificado: el único remedio para el pecador perdido, y la mayor manifestación del amor de Dios.

18. Porque la palabra de la cruz—El mensaje, o la doctrina de la cruz, en contraste con la “sabiduría de palabras” (así llamada en el v. 17). es locura a los que se pierden—Mejor dicho, “a los que están pereciendo,” esto es, porque prefieren la humana “sabiduría de palabras” a la doctrina de la “cruz de Cristo.” Aquí no se hace referencia al estado final, sino a “los que están en el camino de la perdición.” Así también en 2 Corintios 2:15. mas a los que se salvan … a nosotros—Nótese la modestia con que escribe el apótsol, como si dijese: “Pero a los que se salvan (los que están en el camino de la salvación), entre los cuales estamos …” es potencia de Dios—Término que incluye “la sabiduría de Dios” (v. 24). La palabra de la cruz es el poderoso instrumento de la salvación, la más alta demostración del poder de Dios (Romanos 1:16). Lo que parece al mundo “flaqueza”, en el plan de Dios para la salvación de los hombres (v. 25), y en la manera como el apóstol lo presenta (cap. 2:3), es en realidad una manifestación de su gran “potencia.” Lo que parece “insensatez” por falta de la humana “sabiduría de palabras” (v. 17), es en verdad la suprema “sabiduría de Dios” (v. 24).

19. Destruiré la sabiduría—Algo diferente de la versión de los Setenta. El hebreo es: “Perecerá la sabiduría de los sabios, y se desvanecerá la prudencia de los prudentes”. (Isaías 29:14). Pablo, por inspiración divina, da la interpretación del Espíritu Santo, haciendo que Dios sea la causa de la perdición de la sabiduría. desecharé la inteligencia—“entendimiento.”

20. ¿Qué es del sabio?lit., “¿Dónde hay sabios?” En ninguna parte; porque “Dios los destruye” (v. 19). ¿qué del escriba?—judaico. [Alford.] ¿qué del escudriñador—griego. [Alford.] Véase el judío y el griego de este mundo en contraste con los sabios piadosos, v. 22, 23. Vitringa opina que la referencia es a los discursos judaicos de la sinagoga, o daraschoth, del radical hebreo que significa “disputar.” Compárese el término “cuestiones,” Hechos 26:3; Tito 3:9. Si es así, el término “sabiduría” se refiere aquí a la sabiduría griega (véase v. 22). Pablo usa el pasaje de Isaías 33:18 en un sentido superior; allá la referencia primordial era a la liberación temporal, aquí a la eternal; el v. 22. que está en triple oposición al v. 18, sanciona esta aplicación del apóstol; el Señor, en su carácter triple, es la única base que tiene el pueblo para gloriarse de este siglo—Más bien, “de esta dispensación.” Es decir, esta edad u orden mundano de cosas desde el punto de vista moral, en contraste con la dispensación u orden cristiano de cosas. del mundo—entendido externa o cósmicamente. ha enloquecido Dios la sabiduría—Ha demostrado que la filosofía del mundo es locura, porque le falta la fe en el Cristo crucificado. [Crísóstomo.] Dios la consideró como locura, y no la usó para convertir y salvar a los hombres (vv. 26, 27). [Estio.]

21. Por no haber el mundo conocido en la sabiduría de Dios—en la sapiente disposición de Dios. a Dios por sabiduría—antes, “por la sabiduría,” o por su filosofía (Juan 1:10; Romanos 1:28) no conocieron a Dios, aunque sí alcanzaron otros conocimientos (Hechos 17:23, Hechos 17:27). La teoría deísta de que el hombre puede por la luz de la naturaleza descubrir su deber para con Dios, queda refutada por el hecho de que el hombre nunca descubrió este deber sin la revelación de Dios. Todas las estrellas y la luna no pueden hacer el día; ésta es la prerrogativa del sol. Ni pueden los dones más sublimes hacer que amanezca el día moral; tal obra es el oficio de Cristo. Hasta al judío faltó este conocimiento, mientras que procuró tan solamente la sabiduría carnal de este mundo. agradó a Dios—Aquí el apóstol hace referencia a las palabras de Jesús en Lucas 10:21. salvar a los creyentes—a los que creyesen (Romanos 1:16)—por la locura de la predicación—por aquella predicación (doctrina) que el mundo (incrédulo, el judío así como el gentil) juzga locura.

22. Porquelit., “Por cuanto;” puesto que. Este versículo ilustra cómo la “predicación” del Cristo crucificado llegó a ser considerada como “locura” (v. 21). los Judíos piden señales—Así aparece esta palabra aun en los manuscritos más antiguos. El singular fué una corrección posterior sacada de Mateo 12:38; Mateo 16:1; Juan 2:18. Las señales que los judíos ansiaban no eran sólo milagros, sino evidencias directas del cielo. de que Jesús era el Mesías (Lucas 11:16). y los Griegos buscan sabiduría—Es decir, una demostración filosófica del cristianismo. Cristo, en lugar de dar una prueba demostrativa, demanda la fe que se basa en su palabra y en una porción razonable de evidencia que comprueba que dicha revelación es su palabra. El cristianismo no principia con la solución de las dificultades intelectuales, sino con la satisfacción de aquel corazón que anhela el perdón. Por tanto, no fueron los refinados griegos, sino los teocráticos judíos los escogidos para la propagación de la revelación. Así pues, una vez más, la Atenas intelectual (Hechos 17:18, etc.) recibió el evangelio con menos prontitud que la Corinto comercial.

23. Mas nosotros—Pablo y Apolos. predicamos a Cristo crucificado—El griego expresa no meramente el hecho de su crucificción, sino el carácter premanente de la transacción mediante la cual él es ahora Salvador (Gálatas 3:1). [Green.] El Mesías (Cristo) crucificado fué la piedra en la cual los judíos tropezaron (Mateo 21:44). La oposición igual de judíos y gentiles demuestra que una religión al parecer tan aborrecible en su origen no pudo haber triunfado si no hubiese sido divina.

24. Empero a los llamados—comp. “vocación,” v. 26. Aquí se trata de los mismos de quienes se dice: La misma clase de “nosotros, los que se salvan” (que estamos siendo salvados; v. 18); los elegidos, los cuales han obedecido al llamamiento; los eficientemente llamados (Romanos 8:28, Romanos 8:30). Cristo—No se agrega “crucificado” aquí, por que, vencido el escándalo de la cruz, “Cristo” es recibido en todos sentidos, no sólo en su cruz, sino también en su vida y en su futuro reino. potencia—llenando así todos los requerimientos de los judíos que buscaban “una señal.” La cruz (la muerte de un esclavo), que a los judíos (que esperaban un Mesías temporal) era “tropezadero,” es en realidad “potencia de Dios” para la salvación de todos los que creen. y sabiduría de Dios—exhibiendo así, en el grado máximo (si sólo lo hubieran querido ver), lo que los griegos buscaban, a saber: la sabiduría (Colosenses 2:3).

25. lo loco de Dios—Esto es, su plan de salvación, que los hombres juzgaban como “locura.” lo flaco de Dios—Cristo “fué crucificado por flaqueza” (2 Corintios 13:4, el gran tropezadero de los judíos), con todo,” vive por potencia de Dios.” Así de la flaqueza de sus siervos perfecciona la potencia (cap. 2:3; 2 Corintios 12:9).

26. Mirad … vuestra vocación, que no sois …—El “sois” no está en el original; léase más bien: “No muchos sabios … poderosos … nobles os llamaron.” Lo que el apóstol puntualiza es la debilidad de los medios que el Señor empleaba para convertir al mundo (v. 27, 28). [Hinds y Whately; así Anselmo.] Con todo, nuestra versión cuadra bien con el v. 24. “Toda la historia de la expansión de la iglesia es una victoria progresiva de los ignorantes sobre los eruditos, de los humildes sobre los arrogantes: aun el emperador mismo depuso su corona ante la cruz de Cristo.” [Olshausen.] sabios según la carne—Es decir, la sabiduría de este mundo adquirida por el estudio humano sin la intervención del Espíritu. Contrástese con Mateo 16:17.

27. lo necio—Frase general que incluye a personas y cosas necias. Dios escoge aun las cosas (y las cosas necias, también) para confundir a las personas (y aun a las personas sabias). Tal me parece ser la fuerza del cambio del masculino al neutro. escogió Dios para avergonzar—Dios confunde a los sabios, y obra, mediante sus instrumentos que no tienen sabiduría humana, lo que los mundanamente sabios, con ella, no pueden efectuar, a saber: llevar a los hombres a la salvación. lo flaco … escogió Dios, etc.—La repetición del término “escogió” indica la bondadosa premeditación del propósito de Dios (Santiago 2:5).

28. y lo que no es—Algunos de los manuscritos más antiguos omiten la conjunción “y”. Así pues, la frase “lo que no es,” está en oposición con “lo necio,” “lo flaco.” “lo vil”, y lo “menospreciado,” (cosas todas que no son nada). Dios escogió las cuatro “nadas” para anular las cosas que son.

29. ninguna carne se jacte—Porque los que tratan de gloriarse de la grandeza y sabiduría humanas son confundidos, son “avergonzados” (v. 27). La carne, como “la flor del campo,” es hermosa, pero débil (Isaías 40:6). en su presencia—Hemos de gloriarnos, no delante de él, sino de él. [Bengel.]

30. Mas—en contraste con los que “se jactan” de la sabiduría y grandeza mundanas) de él sois—No de vosotros mismos (Efesios 2:8), sino de él (Romanos 11:36). De él venís (de él tenéis la vida espiritual, vosotros los que una vez os contabais entre las “cosas que no son,” v. 28) en Cristo Jesús—por la unión viviente con él. No “en la carne” (vv. 26, 29). por Dios.—la sabiduría que viene de Dios; que emana de él y es enviada por él. nos ha sido hecho—para nuestra eterna ganancia. sabiduría—la cual es inalcanzable si se busca de una manera mundana (vv. 19, 20; comp. Colosenses 2:3; Proverbios 8; Isaías 9:6). Por ella llegamos a ser “sabios para la salvación,” gracias sólo a la sabiduría suya que originó y llevó a efecto el plan, ya que antes nosotros éramos “insensatos.” justificación—en griego: justicia, que es la base de nuestra justificación (Jeremias 23:5; Romanos 4:25; 2 Corintios 5:21); mientras que nosotros una vez éramos “flacos” (Romanos 5:6). Isaías 42:21; Isaías 45:24. santificación—por el Espíritu Santo; mientras que nosotros éramos “bajos”. En el más allá, nuestra justicia y asimismo nuestra santificación serán perfectas y serán inherentes. Ahora la justicia por la que somos justificados es perfecta, pero no ínherente; aquella mediante la cual somos santificados, es inherente pero no perfecta. [Hooker.] La santificación es perfecta en principio, pero no en su realización. Estas dos están unidas en el griego como si formaran esencialmente una sola cosa, pero no así “la sabiduría”, por cuanto ella originó y ejecutó el plan (“sobreabundó en nosotros en toda sabiduría,” Efesios 1:8), y la “redención,” la consumación final del plan en la liberación del cuerpo (la posición de la palabra redención en último lugar demuestra que se entiende aquí en un sentido limitado). Lucas 21:28; Romanos 8:23; Efesios 1:14; Efesios 4:30. redención—Somos redimidos después de haber sido “despreciados” El que se gloría, gloríese en el Señor—(Jeremias 9:23) en contraste con lo que se dijo antes: “ninguna carne se jacte en su presencia (v. 29) En contraste con la mórbida humillación servil, el apóstol encarna la humildad en el conocimiento elevador de nuestra verdadera dignidad en Cristo. El que se gloria ha de gloriarse en el Señor, no en la carne ni en el mundo.


×

1 Corintios 1

I. EL PRóLOGO, 1:1-9

1. Los saludos, 1:1-3

Al abrir sus cartas, Pablo, de manera constante, emplea el formato usado en las cartas comunes y corrientes de su día. Es decir, Pablo no inventa el formato epistolar, pero se nota que, pese a esto, la individualidad del Apóstol se destaca. En la apertura de todas sus cartas figuran de rigor la identificación del autor, los destinatarios y un saludo. Estas partes se ven claramente desplegadas en los tres primeros versículos.

En el v. 1 Pablo se identifica en primer término como “apóstol”. Cuando Pablo se refiere a sí mismo como tal, es evidente que no considera que el apostolado esté limitado a “los doce”. Es más, puesto que Pablo no había sido discípulo del Jesús histórico, su apostolado proviene del Cristo resucitado. Su experiencia en el camino a Damasco constituye un llamado claro. También, su comisión como apóstol era resultado de un llamado divino. El que la comisión por el Cristo resucitado coincida con el llamado divino no puede ser accidental. El llamado divino también implica que la autoridad de Pablo no se fincaba en ninguna entidad humana. Ya que el apostolado de Pablo era cuestionado por algunos elementos en Corinto, era necesario que su autoridad como apóstol se afianzara en Dios mismo. En conexión con la identificación del apóstol, es notable que Pablo emplee su frase preferida “Cristo Jesús” en lugar del nombre usual en otros escritos, “Jesucristo”. Pablo ocupa éste sólo cuando se le antepone “el Señor”.

Se menciona el nombre de “Sóstenes”. Se le llama “hermano”, un apelativo que ya cobraba importancia entre los creyentes para referirse unos a otros. Es interesante que Pablo se refiera a Sóstenes como un compañero escritor. El que lo mencione así no indica de manera alguna que la autoridad apostólica de Pablo sea menguada. Algunos, inclusive, opinan que Sóstenes pudiera haber sido el secretario de Pablo en este caso. Respecto a su identidad, se cree que Sóstenes era el principal de la sinagoga en Corinto de cuyo maltrato por parte de Galión se narra en Act 18:17. Se sugiere, pues, que Sóstenes se había hecho creyente cristiano y a la postre acompaña a Pablo en éfeso. Por esto Pablo lo menciona, ya que se le conocería bien en Corinto.

Al identificar a los destinatarios de la carta (v. 2), Pablo ocupa el término “iglesia”. Se sabe que la palabra griega ekklesia G1577 en su uso común y corriente podía referirse a cualquier clase de asamblea. Su uso cristiano, no obstante, hacía que cobrara matices muy diferentes a los que se conocían en el mundo pagano. Para el pueblo cristiano, “iglesia” se asemejaba a otros vocablos para describir al pueblo de Dios. Tales palabras muy cargadas de significado eran “santos” y “elegidos”. Esto se hace aún más evidente cuando al término “iglesia” se le agrega el calificativo “de Dios”. Está muy claro que Pablo se dirigía a una congregación considerada por él como el pueblo de Dios. Es de conocimiento común que el vocablo “iglesia” en su forma griega es a su vez la traducción usada en la LXX (la traducción griega del AT) de la palabra hebrea caja G6951). Este vocablo es el término empleado en el Antiguo Pacto para referirse al pueblo de Dios, esté reunido en un lugar o no. Todo lo anterior demuestra que la palabra “iglesia” tenía para Pablo y los demás cristianos primitivos un trasfondo y significado muy especiales. Es significativo que Pablo es el escritor neotestamentario que más emplea el concepto y la palabra “iglesia”. Tanto es así que la palabra figura no menos de 22 veces en 1 Corintios. Aunque Pablo alude primordialmente a congregaciones locales, siempre es evidente que para él cada asamblea local idealmente encapsulaba la importancia y las características del pueblo de Dios en su sentido más amplio.

No tan sólo es la iglesia en Corinto el pueblo de Dios sino que también es un grupo “santificado”. Es decir, es un grupo de personas separadas por Dios mismo. Lo que hace que este grupo sea “iglesia de Dios” es precisamente esta acción de Dios que los convierte en tal. Siempre es la obra de Dios la que forma una iglesia; nunca es constituida sólo por la voluntad y acción de los hombres. También es importante notar que la santificación de Dios llega a las personas por medio de Cristo Jesús. Sólo por la fe en la obra redentora de Cristo puede llegar la santificación a los que forman la iglesia. Pablo recalca, por lo tanto, la idea de la santificación de los que están “en Cristo”. No es por nada que este refrán llega a ser tan importante para Pablo.

Conzelmann destaca que el vocablo que se traduce en “santidad” nunca se usa en el NT para el individuo; siempre su uso es para la colectividad de los creyentes. Esto implica que la santidad no es una cualidad del individuo sino del pueblo de Dios. Ya se ha dicho que la santificación es obra de Dios y no producto de los esfuerzos del individuo.

Los que han sido llamados a ser santos no están únicamente en Corinto. Parece que Pablo alude a otros grupos de creyentes “en todo lugar”. Puede ser que Pablo piense en otras iglesias en el área. También es tal vez más factible que Pablo se refiera a congregaciones fundadas por otros apóstoles. El que Pablo ocupe la expresión “Señor de ellos y nuestro” da más credibilidad a esta segunda posibilidad.

Pablo termina la introducción de su carta con un saludo que es característico de sus demás cartas (v. 3). Al hacerlo, emplea dos expresiones que la iglesia en Corinto necesitaba urgentemente. “Gracia” y “paz” son dos vocablos cargados de significado. Claro, la base de este saludo es la salutación tradicional entre los judíos: “paz”. Pablo agrega “gracia” al saludo, porque se daba cuenta de que la iglesia en Corinto carecía de ambas cosas. Dos de las marcas de una legítima iglesia cristiana son la unidad y el amor; ambas de origen espiritual. El Apóstol sabía de sobra que la congregación en Corinto no gozaba de la dádiva prometida de la era mesiánica. El problema era que los corintios no respondían correctamente ante la iniciativa de la gracia de Dios y, por lo tanto, no conocían la paz verdadera. Esta sería la razón por la que Pablo terminaría su saludo con el deseo de que los corintios gozaran de estos favores de Dios.

Corinto

2. Gracias por las riquezas en Cristo,Act 1:4-9

Es común ver en otras cartas de Pablo, después del saludo, una expresión de gratitud. Parece que la carta a los Gálatas es la única en donde esta clase de expresión falta. El verbo empleado por el Apóstol es el mismo que Jesús usó en la institución de la cena del Señor (“habiendo dado gracias”, 1Co 11:24). Es el verbo del cual se saca el sustantivo “eucaristía”. Aunque la forma sustantivada no figura en el NT, el verbo sí. Es interesante cómo Pablo emplea esta expresión de gracias de manera individual en sus cartas; es decir, cada expresión cuadra con las necesidades particulares de los destinatarios.

El v. 4 aclara que su gratitud por los corintios se dirige a Dios. Es a su vez una expresión continua. Aunque esta parte de la expresión pudiera verse como sólo una cosa rutinaria, es patente que Pablo la ocupa para estrechar más los lazos con los corintios.

La naturaleza de la gracia como don de Dios está recalcada por la forma pasiva del verbo “conceder”. Esta gracia se manifiesta en los dones espirituales que Pablo detalla posteriormente. Es característico de Pablo el empleo de esta clase de expresión al hablar de las distintas comunidades de fe con las que guardaba relación (ver Rom 12:6; 2Co 8:1). Además, es imprescindible notar que esta gracia divina llegó a los corintios “en Cristo Jesús”. Es sólo en Jesús que esta gracia está conferida por Dios.

Con el v. 5 Pablo empieza a detallar específicamente los dones espirituales con los que los corintios habían sido dotados por medio de Jesucristo. Desde luego, estos son los dones espirituales que tienen su origen en la gracia de Dios y los que motivan la gratitud de Pablo. Al mencionar “en toda palabra”, es posible que Pablo se refiera a la elocuencia de los corintios, o sea, su facilidad para expresar su conocimiento. Respecto a lo último, los corintios valoraban grandemente el conocimiento. Sería difícil que no fuera así debido al lugar que el conocimiento ocupaba en la cultura griega. Lo que sí llama la atención es que Pablo no censura a estas alturas el conocimiento de los corintios; al contrario, parece loarlos por poseerlo. Desde luego, posteriormente, Pablo aclararía que el conocimiento sin amor no vale nada. Pero, por lo pronto, reconoce el conocimiento de los corintios. No es insignificante que la palabra conocimiento (gnosis G1108) figure tantas veces no tan sólo en la correspondencia con los corintios sino también en otras cartas de Pablo.

La versión RVA comienza el v. 6 con la palabra “Así”, que es una traducción muy adecuada del vocablo griego kathos G2531. Con todo, es interesante notar que el término griego también puede significar “ciertamente”. Pablo introduce la idea (luego la desarrolla con amplitud) de que los dones espirituales de los corintios están basados en el fundamento del evangelio que da origen a la iglesia. La construcción gramatical de la frase indica que el contenido de este evangelio está determinado por su procedencia: “de Cristo”. No tan sólo los dones sino también el cambio en la vida de los corintios es confirmación del evangelio. La expresión “ha sido confirmado” es un término técnico en la ley comercial de los días de Pablo. Este ocupa la expresión varias veces en sus demás cartas (Rom 15:8; Rom 1:21; Phi 1:7; Col 2:7).

El v. 7 es una continuación del anterior. En éste Pablo afirma que el problema de los corintios no era una carencia de dones espirituales; más bien los corintios no sabían usar los dones correctamente; su conocimiento respecto a los dones espirituales era inmaduro y defectuoso. Toda esta carta es testimonio de este hecho. Pese a esta inmadurez, los corintios sí esperaban la revelación o el descubrimiento (apocalupsin G602) de la segunda venida de Jesús. Algunos opinan que el mismo Espíritu que había dotado a los corintios de muchos dones también los guardaba en su fe respecto al segundo advenimiento de Cristo. Los dones espirituales actuales no son un fin en sí mismos, sino sólo primicias de un futuro prometedor. Otros, más pesimistas tal vez, creen que el problema de los corintios no era sus muchos dones sino su culpa. La idea es que con la venida de Cristo vendría también el juicio del Mesías. Su mal uso de los dones repercutiría en retribución. Pareciera, no obstante, que el contexto no indica tanto el concepto de culpa sino la idea de una esperanza fiel en la segunda venida. El versículo que sigue tiende a confirmar tal idea.

Es interesante notar que gramaticalmente se admite que Cristo es el que confirma (v. 8). Sin embargo, en el versículo que sigue se afirma la fidelidad de Dios. Para Pablo, es obvio que la salvación puede atribuirse o a Cristo o al Padre. Pablo compartía con los demás cristianos primitivos la idea de la divinidad de Jesús. La expresión “el día de nuestro Señor Jesucristo” es simplemente otro modo de expresar el concepto de la “segunda venida”.

Pablo nunca dudó de la fidelidad de Dios (v. 9). En sus escritos se nota que es Dios quien llama, pero también él preserva (Phi 1:6; 1Th 5:24). Esta fidelidad se ve en que el llamamiento de Dios determina nuestra comunión con Cristo. Esta no es una comunión de naturaleza mística sino una demostración de que pertenecemos al Señor hasta que él venga. El vocablo “comunión” es traducción de una palabra griega cuyo significado principal conlleva la idea de compartir. Por medio de Cristo no tan sólo compartimos con los demás creyentes los beneficios de la salvación, sino que también compartimos con Cristo su relación con Dios; nosotros somos hijos de Dios por adopción, mientras Cristo es Hijo desde la eternidad. Debe recalcarse, no obstante, que la comunión aludida es primordialmente con Cristo y en segundo lugar con otros creyentes.

Es también muy cierto que esta comunión con Cristo significa que somos guardados por él hasta su venida.

II. EL APóSTOL CONFRONTA LOS PROBLEMAS PRESENTADOS POR LOS EMISARIOS DE CLOé,1Th 1:10—4:21

1. Disensiones en la iglesia, 1:10-17

Se puede observar que en realidad los primeros cuatro capítulos de esta carta están dedicados a uno de los problemas más severos en la iglesia de Corinto: las disensiones. Es en estos versículos inmediatos, no obstante, el problema es presentado por Pablo de una manera tajante. Debe notarse que Pablo aborda la cuestión con la iglesia total por auditorio; no se dirige a grupos separadamente. Aunque se introduce el tema de la sabiduría en 1:18 hasta 2:16, es claro que las disensiones en la iglesia preocupaban a Pablo y acaparan su atención completa comenzando con 3:1 hasta 4:21.

Pablo comienza con la expresión: “Os exhorto” (v. 10). Puede parecer que esta expresión sea contrastante o incomprensible, dadas las palabras amorosas en el prólogo y su expresión de gratitud que sigue a éstas. Es decir, el que Pablo emplee este término no presenta ningún conflicto con su uso del vocablo “hermanos” para referirse a los corintios. Para todo creyente, debe ser patente que la exhortación es parte de la relación fraternal. Esto es doblemente cierto cuando la exhortación se hace en el nombre del Señor Jesús. Conviene recordar que el hablar del nombre del Señor es hablar del Señor mismo. Para la mentalidad antigua, el nombre involucraba todo el ser de la persona nombrada. Esto quiere decir, dentro del contexto, que Pablo exhorta a los corintios como si fuera Cristo mismo exhortándolos. Las palabras exhortatorias son para que “se pongan de acuerdo”. Como se aprecia en la nota en la RVA, tal expresión literalmente significa “que habléis todos una misma cosa” (v. 10). Desde luego, Pablo anhela más que nada que estén de acuerdo no tan sólo en palabras sino también en propósitos. La razón principal de esta exhortación es que existen entre los corintios “desgarros” o disensiones (sjismata G4978). Un desgarro, sin embargo, no es una rotura total y hay oportunidad para que se una de nuevo. Sí había problemas en Corinto, porque los miembros de la iglesia habían formado grupos diferentes con motivos y métodos distintos. Es claro que había roces entre estos distintos grupos. Estos mismos roces o antipatías entre los grupos impedían la unidad que debía caracterizar a una iglesia. Pese a estas disensiones, todavía era una sola iglesia, pero su ministerio obviamente quedaba truncado. Si no se remediaba, peligraba en dividirse totalmente.

En el v. 11 Pablo menciona la fuente de su información tocante a las disensiones. Algunos aventuran un motivo tras la divulgación de la fuente: para evitar que Sóstenes y Estéfanas (16:15) fueran culpados de la “indiscreción”. Al revelar a los corintios la fuente de su información tocante a sus problemas, menciona a “los de Cloé”. Aparte de este texto, no se sabe nada respecto a esta mujer. Se supone que era una mujer adinerada, porque tenía sirvientes en su casa. “Los de Cloé” serían siervos de ella que no estarían volviendo a Corinto. Otros, en cambio, aseveran que no hay forma de saber a ciencia cierta la identidad de estas personas. Ni siquiera puede saberse si eran de Corinto o éfeso. Si eran oriundos de éfeso, sólo habrían visitado la iglesia en Corinto y habrían observado a primera mano las dificultades que posteriormente comunican a Pablo. Dadas las dificultades para identificar a “los de Cloé”, tal vez sea mejor reconocerlos simplemente como informadores, fueran quienes fueran.

Los “desgarros” o disensiones dentro de la iglesia giraban en torno a la lealtad a personalidades diferentes. Parece que había un grupo que favorecía el liderazgo de Pablo, otro seguía a Apolos, otro a Pedro y puede ser que hubiera un grupo final que decía seguir a Cristo. Se abordará posteriormente este último “partido” separadamente. Desde luego, cada uno de los líderes “apostólicos” tenía características que apelarían para que ciertos individuos optaran por seguirlos. Pablo, por supuesto, era apreciado por algunos por ser el apóstol que había llevado el evangelio a la ciudad. Los partidarios de Pablo, no obstante, serían regañados por él al igual que los partidarios de los demás, porque por medio de esta clase de acción sólo revelaban su tendencia a seguir las prácticas paganas de atribuir características divinas a sus caudillos. Además, el seguir a personalidades carismáticas, aunque fueran de corte apostólico, sólo tendería a romper la unidad de la iglesia. Se cree que es muy posible que Pedro (algunos dicen que juntamente con su esposa) hiciera una visita a Corinto. Apolos, cuya teología ignoramos, probablemente también se haría presente en Corinto en alguna ocasión.

La existencia de un “partido de Cristo” en la iglesia en Corinto se debate larga y tendidamente. Hay muchos que opinan que jamás existió tal partido en la iglesia; la expresión “yo de Cristo” sería la respuesta categórica de Pablo al rechazar la lealtad absoluta a cualquier ser humano. En este sentido, no había ningún partido dentro de la iglesia sino sólo las palabras del Apóstol con las que denuncia todo sistema de culto a personalidades. Otros, al negar la existencia de tal partido con lealtad solo a Cristo dentro de la iglesia, afirman que la expresión “yo de Cristo” es un agregado al manuscrito original por un copista. Este agregado aparecería en el margen de la hoja y con el transcurso del tiempo llegaría a formar parte del texto mismo. Lo que sí hay que afirmar enfáticamente es que en todo manuscrito antiguo de valor figura la expresión. Algunos que favorecen la existencia de tal “partido de Cristo” en la iglesia abogan porque los demás partidos expresen conceptos teológicos diferentes: el partido de Pedro haría énfasis sobre la ley, el partido de Apolos recalcaría la sabiduría, el partido de Pablo se centraría en las enseñanzas de Pablo. Queda, pues, el partido de Cristo que estaría formado por algunos con tendencias gnósticoespiritualistas. Lo que sí se sabe es que Pablo condena tal partidismo dentro de iglesia. El Apóstol agrega “vosotros sois de Cristo” (3:23), acabando así con cualquier base para la disensión personalista.

Con la pregunta retórica “¿está dividido Cristo?” (v. 13), Pablo refuerza su oposición a cualquier tendencia a la desunión en la iglesia. Simplemente, al hacer la pregunta, Pablo condena las divisiones dentro de la iglesia. Ya que la iglesia es el cuerpo de Cristo, no se le debe dividir bajo ningún pretexto. La ridiculez de los partidismos se patentiza con la pregunta “¿Acaso Pablo fue crucificado por vosotros?”. También, hay un eslabón que une estas preguntas: es la alusión al bautismo. Según Rom 6:3ss., el bautismo encierra el concepto de nuestra crucifixión con Cristo. Es inconcebible, según Pablo, que hayamos sido bautizados “en el nombre de Pablo”. Es manifiesto, pues, que el Apóstol rechaza cualquier práctica semejante a la de las religiones de misterio paganas que identificaban a las personas con el nombre de quien las bautizaba. En los ritos paganos el sacerdote que oficiaba en el bautismo era aceptado como el padre de la persona que se bautizaba. Inclusive, hay quienes piensan que posiblemente esta práctica hubiera llegado a inculcarse dentro de los ritos de la iglesia en Corinto. Sea esto cierto o no, patentemente, Pablo rehuía cualquier práctica semejante. Por el bautismo, los creyentes se identifican con Cristo, no con el agente del bautismo. Para Pablo sería cosa horrorosa que el candidato al bautismo se bautizara en su nombre.

Cuando el Apóstol asevera que agradece a Dios el no haber bautizado a ningún corintio, no es que no valorara el bautismo. Sólo aclaraba que no era su tarea principal el bautizar a los convertidos. Es más, sería un poco difícil que Pablo tuviera en poco el bautismo, ya que sus palabras en Rom 6:1-11 y Col 2:12 desmienten tal concepto. Lo que se ve claramente es que para Pablo el bautismo no contenía una eficacia salvadora; aún más, no ponía ningún interés en la identidad del que efectuaba el bautismo. Es natural aceptar que si Pablo hubiera creído que el bautismo era necesario para la salvación, se habría acordado de los nombres de las personas a quienes había bautizado. Sí menciona a Crispo (ver Act 18:8) y a Gayo (ver Rom 16:23). No obstante esto, es importante reconocer que Pablo no desvaloraba el bautismo como una de las ordenanzas de Cristo. Su aparente énfasis negativo procura contrarrestar algunas ideas erróneas de los corintios. Parece que algunos de los miembros de la iglesia en Corinto daban un valor demasiado elevado al bautismo y también al bautizador. La referencia al bautismo por los muertos (Rom 15:29) evidencia una distorsión doctrinal en la iglesia que abogaba por el poder salvador del bautismo en nombre de otro que se hubiera muerto sin bautizarse.

El v. 15 simplemente remacha la oposición de Pablo a la idea de que alguien pudiera bautizarse en nombre suyo, como si él fuera el elemento importante. Luego, en el v. 16, es como si se acordara de otros a quienes había bautizado: “a los de la casa de Estéfanas”. Aparte de estas personas ya mencionadas, el Apóstol dice no recordar a nadie más que haya bautizado. Pablo menciona a la casa de Estéfanas posteriormente en 16:15. Es evidente que el Apóstol tuviera muy en alto a la familia de Estéfanas; este había sido uno de sus primeros convertidos en Acaya. Más aún, esta familia se había destacado como una familia de líderes y grandes siervos en la obra del evangelio. Los que abogan a favor del bautismo infantil se documentan mucho en este versículo. Es patente, sin embargo, que no se menciona a infantes como miembros de tal familia. Lo que sí sobresale es que Pablo insiste en todo su ministerio sobre la necesidad del arrepentimiento y la fe para que se reciba la salvación. El Libro de Hechos confirma la necesidad de ambas cosas para que uno se bautice. Puesto que Lucas, el autor de Hechos, fue amigo y compañero de Pablo, es muy difícil creer que sus ideas en torno al bautismo fueran contrarias a las de Pablo.

El Apóstol afirma que su llamamiento había sido para que predicara, no para que bautizara (v. 17). Es claro que para Pablo lo más importante era que la gente recibiera el evangelio de Cristo. El bautismo evidentemente era cosa secundaria, por importante que fuera. Era una cosa que se podía dejar en manos de algunos colegas, tales como Silas y Timoteo (Act 18:5). La predicación en el ministerio de Pablo se destaca por su claridad y contundencia. Se nota que Pablo rehuía un énfasis sobre la destreza retórica en su predicación. Sería trágico que la gente inconversa se despistara del sentido pleno del evangelio al concentrarse tanto en la forma de su predicación. Era preciso que la gente fuera ganada por el contenido del evangelio y no por la elocuencia del predicador. Claro está que Pablo se consideraba mucho más predicador que orador. Hay una diferencia. La expresión “sabiduría de palabras” se refiere claramente a la retórica, valorada tanto por los griegos. Sería totalmente contraproducente que el formato de la predicación restara importancia a la cruz de Cristo. Al fin y al cabo, la muerte y resurrección de Cristo constituyen el meollo de la predicación apostólica. En esto el Apóstol quería centrarse.

Divisiones 1:10

Las divisiones se pueden manifestar por:

1. Diferencia de opinión.

2. Separación interna aunque se permanezca en el grupo.

3. Separación y alejamiento de la iglesia sin justificación.

4. Ruptura total de relaciones interpersonales.

Predicación con sabiduría humana 1:17

La predicación con sabiduría humana se caracteriza por:

1. Ser un discurso sin sentido.

2. Mostrar habilidosamente sus argumentos.

3. No tener revelación de Dios.

2. Cristo : sabiduría y poder de Dios, 1:18-31

En todo este pasaje se hace difícil definir el significado del vocablo “sabiduría”. Es evidente que Pablo lo emplea de maneras y con significados diferentes. Se nota que hay un contraste entre la sabiduría de Dios y la de los hombres. La sabiduría de los hombres se caracteriza como “lo necio” de este mundo. La sabiduría de este mundo es falsa, porque no conoce a Dios; es necedad ante Dios (3:18). Algunos opinan que posiblemente el partido de Apolos dentro de la congregación fue el que recalcara tanto la sabiduría del mundo. Sea eso como sea, parece que hay tres etapas en la diferenciación entre la sabiduría del hombre y la de Dios. Primero, Pablo aclara esta diferencia esencialmente. Enfatiza que la predicación de la cruz no es una nueva sabiduría (1:18-25). Segundo, demuestra cómo las dos cosas se aprecian dentro de la comunidad (1:26-31). Finalmente, habla de la sabiduría y lo necio con relación a su propia predicación (2:1-5).

Pablo inicia su discusión al declarar que el mensaje de la cruz parece como locura a “los que están en el camino de la perdición” (ver nota en RVA). La palabra de la cruz no era simplemente una descripción pormenorizada de todos los detalles horríficos de la crucifixión de Cristo. Más bien, la palabra de la cruz involucraba todo el anuncio de las buenas nuevas de que “Dios estaba en Cristo reconciliando al mundo consigo mismo” (5:19). Es claro, sin embargo, que este anuncio había sido malinterpretado por los corintios no convertidos. Fíjese cómo Pablo incluye a los creyentes en Corinto dentro de su expresión “nosotros que somos salvos” (“los que estamos en el camino de la salvación”, nota de RVA). También se nota que el contraste esperado entre “locura” y “sabiduría” no se da. Más bien, la palabra de la cruz para los creyentes es “poder” de Dios. En realidad, el poder de Dios es la respuesta para la locura del hombre (Rom 1:18). Pablo no duda nunca que el poder de Dios radica en el evangelio de la cruz, y éste puede hacer de la cruz un medio eficaz de la redención. La diferencia, desde luego, entre los dos grupos es la fe de parte de los creyentes que hace que reconozcan dentro de la cruz no la locura y la debilidad, sino la sabiduría y el poder de Dios.

En el v. 19 Pablo recurre al AT para fundamentar aún más su condenación de la sabiduría humana. La cita es tomada de Isa 29:14. Es significativo que Pablo cite la LXX, aunque la cita con cambios menores. Sin duda, la sabiduría descrita aquí es de este mundo, o sea, una sabiduría que ignora a Dios en todo sentido. Es una sabiduría centrada en el hombre. Es la misma sabiduría que contempla la de Dios como locura. Se aprecia ya un cambio en el sentido de la palabra sofia G4678 (sabiduría) empleada por Pablo. Según el v. 17, se habla de una sabiduría retórica. Se palpa que ya no se refiere a una manera de hablar sino de pensar. Ambas formas de sabiduría se relacionan, porque ambas se centran en el hombre. El valor de este texto veterotestamentario para Pablo es que no tan sólo se menciona la sabiduría humana sino que se anuncia su derrocamiento.

Enseguida, Pablo ocupa algunas alusiones a conceptos veterotestamentarios (v. 20). Estas no son citas directas sino sólo alusivas. Posibles citas usadas son Job 12:17; Isa 19:12; Isa 33:18. También, Pablo hace eco de Isa 29:14. Es en este pasaje que el profeta confronta a los políticos, supuestamente sabios, entre los hebreos ante la crisis de la invasión asiria. Pablo aprovecha estas alusiones para refutar la hueca sabiduría humana en su forma hebrea. Al preguntar por el sabio, el escriba, el disputador, Pablo hacía ver que tanto Israel como Grecia habían tenido sus hombres ilustres. Al agregar el calificativo “de esta edad presente”, el Apóstol no ceja en su diatriba contra la sabiduría falsa del mundo. Originalmente, el vocablo griego que se traduce como “edad” connotaba un período largo. Después, llegó a significar la diferencia entre “esta era y la venidera”, o sea, la presente era maligna, distinguiéndola de la bendita era mesiánica que venía. Pablo ocupa “edad”, término cargado de significado, como sinónimo de “este mundo”. Ambas expresiones comunicaban a los lectores la esencia de la malignidad. También, las dos expresiones Pablo las entendía en sentido histórico o temporal y no espacial. Es decir, “este mundo” no es un lugar, sino que refleja una cualidad perversa de la época. El Apóstol declara tajantemente que el poder de Dios, manifestado en la cruz, ha convertido en necedad la falsa sabiduría de los hombres irredentos.

En el v. 21 se encuentra una doble antítesis. La primera está entre la sabiduría de Dios y la del mundo. La segunda está entre la sabiduría y la necedad. Esta doble antítesis se profundiza al declarar el Apóstol que la sabiduría de Dios (revelada en la cruz) impide que él sea conocido por medio de la sabiduría humana. Esto significa que únicamente por la obediencia a la revelación divina en la cruz pueden los hombres llegar al conocimiento de Dios, o sea, la salvación. El hombre jamás puede conocer a Dios por la sabiduría del hombre pecador. Toda la sabiduría humana está distorsionada por el pecado. Los hombres en su sabiduría sólo crean un dios propio; jamás llegan a conocer al Dios de la revelación por su propio conocimiento. El plan de Dios es muy diferente al plan de los hombres. Sólo el acatamiento de la revelación divina en la “locura” de la predicación del evangelio resulta en la salvación. Una de las palabras clave de este texto es “creyentes”. El creer cristiano nunca es una creencia cualquiera; se centra en las buenas nuevas del evangelio. Juntamente con su carta a los romanos, ésta es una declaración de Pablo de la salvación por la fe solamente. Resulta que los dos contextos son diferentes. En Romanos la fe se contrapone con la ley. Aquí la fe se contrapone con la sabiduría humana.

El v. 22 juzga a los judíos por “pedir señales”, o sea, exigir que se den muestras contundentes del poder divino en la palabra y acción de los voceros del evangelio. Se negaban a creer por la fe. Esto, claro, se observaba también en el ministerio terrenal de Jesús (Mat 16:1-4; Mar 8:11 ss.; Joh 2:18). Para los judíos era imposible que ellos aceptaran que el Mesías pudiera sufrir la ignominia de la cruz. Por esto, a ellos la predicación apostólica les parecía una locura. Eso sí, el que los apóstoles experimentaran el mismo trato que su Señor de parte de los judíos, serviría como aliciente para ellos. Sería una confirmación de su propio mensaje.

Si bien los judíos pedían intervención divina según sus propios criterios para aceptar el evangelio, los griegos anhelaban la sabiduría. Dado el concepto filosófico del día respecto a la divinidad, tampoco podían ver ninguna lógica dentro de la proclamación apostólica. Su “sabiduría” no admitía que Dios pudiera encarnarse, ¡mucho menos morir! Al fin y al cabo, sus conceptos teológicos no dependían de la revelación sino de su propia razón humana.

Pablo procede a ampliar más la diferencia entre los judíos y los griegos incrédulos y los creyentes cristianos. El v. 23 reconfirma que la cruz era “tropezadero” para los judíos, porque la idea de un redentor muerto no encajaba dentro de su teología.

La cruz de Cristo era para ellos un verdadero escándalo (la palabra en el texto griego es skandalon G4625). Es históricamente comprensible por qué los judíos responderían de este modo. Según Isa 11:2, la máxima bendición divina correspondía al Mesías. En cambio, Deu 21:23 afirmaba que “el ahorcado es una maldición de Dios”. La cruz, pues, era un impedimento tal para los judíos que a la postre Pablo se vería en la necesidad de dar la mayor parte de su tiempo a la obra misionera entre los gentiles, ya que los judíos no respondían favorablemente a su mensaje. El que Pablo ocupe aquí en este texto la primera persona plural (“predicamos”) involucra no tan sólo el hecho histórico de la cruz sino también el testimonio vía la predicación. No únicamente la cruz de Cristo era para los incrédulos un tropezadero, sino también la misma predicación apostólica como testimonio de fe personal era una tontería para ellos.

Es notable que entre los creyentes (los llamados) la reacción ante la cruz sea muy diferente. Pablo aclara que el origen étnico de los creyentes no importaba. Lo que hace que uno sea llamado es la acción de Dios, no la raza u origen cultural del creyente. Este llamado divino otorga como dádiva una evaluación adecuada de la cruz. Es decir, para los que están siendo salvados, la cruz de Cristo es tanto poder como sabiduría. Es significativo que en el AT la primera característica de Dios sea su poder (en creación y redención). La sabiduría también es considerada como un rasgo tan importante en Dios que llega a ser una personificación de él. Este hecho se aprecia más en los libros de sabiduría del Antiguo Pacto. Todo esto implica que Cristo en la cruz es expresión del mismo ser de Dios, especialmente como activo en la nueva creación de los hombres y la revelación.

Cuando el Apóstol contrasta la sabiduría de Dios con la de los hombres (v. 25), es muy evidente que en realidad lo que los incrédulos llaman “necedad” en la predicación de la cruz viene a ser más sabio que toda la sabiduría de los hombres. Al comparar “la debilidad” (como así verían los paganos la muerte de Cristo en la cruz), ésta se hace más fuerte en su poder que el de todos los hombres. La sabiduría de los hombres sólo acaba en su propio detrimento. La sabiduría de Dios lleva a la redención. El poder de los hombres normalmente termina en la autodestrucción. El poder de Dios se despliega en la salvación.

Hace falta agregar una palabra más respecto al v. 25. Pablo, con estas palabras, no desdeña o menosprecia la educación o preparación académica. El Apóstol sí arremete contra el orgullo intelectual de los hombres que impide su aceptación del evangelio. Cuando se reconoce que Pablo mismo fue uno de los hombres más preparados de su tiempo, es un error interpretar este versículo como un desprecio de la preparación. Recordemos que la sabiduría es una de las características principales de Dios; el hombre de Dios también debe hacer todo lo posible por adquirir una sabiduría que le permita ser un siervo fiel de Dios. Lo que más importa es que el hombre tenga una actitud correcta respecto al propósito de su preparación: el servicio.

Los vv. 26-29 son una unidad, porque el paralelismo que encontramos en el v. 25 respecto a la superioridad de la sabiduría y el poder de Dios sobre los de los hombres se lleva a su feliz término. En estos versículos el énfasis es sobre lo que Dios hace en la vida de los corintios y no sobre el rechazo de los incrédulos.

Con el v. 26 Pablo regresa a la situación específica de la iglesia en Corinto. Los miembros de la iglesia, en su mayoría, eran de origen humilde. Es decir, muchos eran esclavos, carentes de derechos o privilegios. Claro, había excepciones (Erasto, el tesorero de la ciudad de Corinto; ver Rom 16:23), pero como un todo, los creyentes en Corinto no se destacaban por su gran preparación. Durante el siglo I de la era cristiana no había educación pública para la gran mayoría. Sólo los adinerados y los nobles tenían acceso a la instrucción. Pablo les recuerda a los miembros su origen humilde (desde la óptica del mundo). El Apóstol vuelve a los mismos conceptos de poder y sabiduría. Aunque en este versículo no menciona la sabiduría, al hablar de la condición de los creyentes corintios como de “pocos nobles”, se da por sentado que por no tener acceso a la instrucción, carecerían de sabiduría ante el mundo. Pero el poder y la sabiduría de Dios eran accesibles por el llamamiento de Dios.

Dentro de los designios de Dios para Corinto, serían los “necios” de este mundo los que dejarían la sabiduría mundana en la nada (v. 27). Los “débiles” (según el mundo) están destinados a dejar en la nada a los supuestos poderosos. Todo esto, por el llamado (klesis G2821) de Dios. Acá el término griego habla de la acción de Dios y no de la condición de los llamados.

Nuevamente, el Apóstol usa algunas expresiones referentes a los creyentes corintios (v. 28). Estas expresiones (conocidas de sobra por ellos) reflejan las opiniones de los incrédulos corintios respecto a ellos. Los creyentes, muchos de ellos esclavos, ya estarían acostumbrados a ser considerados como “lo vil y lo menospreciado” de este mundo. Sus amos crueles los dejarían con esta autoimagen. Pese a esto, Pablo les asegura a los creyentes corintios que por la elección de Dios su posición está por encima de los demás. Algunos opinan que la frase “lo que no es” es un término técnico de la filosofía griega. Por medio de esta frase, Pablo está dando una razón para la frase de Jesús al decir: “Te alabo, oh Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas de los sabios y entendidos, y las has revelado a los niños” (Mat 11:25). Aunque el mundo considerara a los creyentes corintios como nada, dentro de los planes de Dios éstos ocupan una posición de honor. Debe decirse aquí que en todos estos razonamientos Pablo está usando como base un pasaje del AT (Jer 9:23-24). Desde luego, el propósito de todo esto se resume en la frase de Pablo “a fin de que nadie se jacte delante de Dios” (v. 29). Este versículo que sirve como resumen claramente asevera que la humildad, y no el orgullo, es la manera de llegar a Dios. La fe en la obra redentora de la cruz y no el orgullo delante de Dios conduce a la salvación.

El medio por el cual el hombre llega a “estar en Cristo” es Dios mismo (v. 30). Si bien es cierto que por Cristo llegan la sabiduría, la justificación, la santificación y la redención, hace falta reiterar que todo esto es dádiva de Dios. Sería imposible que el creyente más fiel llegara a tal condición si no fuera por el Espíritu de Dios. No hay nada en el hombre pecador que lo pueda conducir a Cristo. Al contrario, por religioso que sea el hombre, su “religión” siempre lo lleva a un dios falso, hecho a su propia imagen y semejanza. El que el hombre creyente esté “en Cristo” (término acuñado principalmente por Pablo) únicamente puede atribuírsele a Dios.

Para los creyentes, Dios hace que Cristo sea la sabiduría. Desde luego, esta sabiduría es la de Dios dada a los creyentes para que conozcan a Cristo. Esta misma sabiduría Pablo la contempla bajo los rubros de “justificación, santificación y redención”. Se debe entender que estas tres no son etapas de la salvación sino tres términos que Pablo emplea para expresarla. “La justificación” es la realidad por la cual Dios declara al hombre justo (sin culpa) por su fe en la obra redentora de Cristo en la cruz. Nunca puede considerarse como justicia propia de los hombres; es más bien la justicia de Cristo que se le confiere al creyente por la fe. “La santificación” tampoco puede considerarse como algo logrado por los esfuerzos morales de los hombres. Al contrario, por la fe en la obra redentora de Cristo, el creyente es separado por Dios (significado básico de “santificar”). Es importante notar que la santificación es parte de la iniciación en la salvación tanto como la obra de Dios que permite que el hombre crezca en la santidad. Ninguna de las dos cosas, iniciación y crecimiento, es obra de los hombres sino de Dios. “La redención”, describe el proceso por el cual el hombre creyente es rescatado por el precio pagado en la cruz de Cristo. La redención de un esclavo originalmente involucraba el pago de un precio de rescate para que se liberara. Si bien es cierto que este último término es usado raramente por Pablo, no deja de ser un concepto importante en la descripción de la salvación que Dios provee en Cristo.

Ya que todo el proceso de la salvación es obra de Dios, el énfasis de Pablo en el v. 31 es que no hay base alguna para que el hombre se gloríe en sí mismo. Más bien, Pablo alude a Jer 9:23 ss.: “El que se gloría, gloríese en el Señor”. Si bien es sólo una alusión y no una cita, Pablo sintetiza el sentido del texto perfectamente. La esencia es que al hombre no le compete gloriarse en sí mismo sino sólo en Dios quien efectúa toda la salvación.

Advenimiento de un Mesías 1:23

Los judíos esperaban el advenimiento de un Mesías político; el morir en la cruz era para ellos una prueba de que Jesús no era de la línea mesiánica. Los griegos amaban la filosofía. Tanto para los judíos como para los griegos el que Jesús muriera en la cruz no tenía sentido. La predicación de la cruz no es judía por el legalismo de ellos, pero tampoco es griega por la especulación filosófica de aquellos. Se predica acerca de la cruz porque el Cristo crucificado presenta la redención de los pecados del hombre.




»

Comentario Bíblico Mundo Hispano

7000 Alabama St. El Paso, TX 79904, Copyright 2000 © Editorial Mundo Hispano

Síguenos en:



Anuncios


¡Síguenos en WhatsApp! Síguenos